lunes, abril 04, 2011

¿ QUIÉN ESTÁ LOCO, Y QUIÉN NO ?” 1
Sobre el diagnóstico diferencial en psicoanálisis



Por:  Pierre Gilles Gueguen
La expresión “diagnóstico diferencial en psicoanálisis” puede parecer contradictoria o incluso un oxímoron, sin embargo no puede haber una práctica prudente del psicoanálisis sin que haya un minucioso diagnóstico. Es cierto que el diagnóstico diferencial nos lleva en principio a la psiquiatría y por lo tanto a la práctica médica. Y también que el psicoanálisis no está orientado en forma primaria por objetivos terapéuticos, lo que difiere de la psiquiatría.
Pero en sus orígenes, la disciplina psiquiátrica, de la que el psicoanálisis se separa gracias a la invención de Freud, atrajo a los que compartieron con él la creencia en un modelo científico, racional y experimental de medicina (aún cuando fueran laicos, como por ejemplo Ernst Kris). Hoy en día, algunos comentadores mal informados pueden mirar con desdén el ciego cientificismo de Freud, no queriendo reconocer que su insistencia en la racionalidad mantuvo al psicoanálisis alejado de la hermenéutica (no fue el caso de Jung, que terminó siendo utilizado para colaborar con los ideales del nazismo), de la religión y su posición moralista. Freud tuvo que luchar, en ocasiones de modo muy duro y doloroso, para mantener esta orientación.
Raíces comunes:
La “locura” de finales del siglo 19 y de principios del 20, tal como muchos historiadores y filósofos lo han testificado, fue progresivamente considerada una enfermedad y un asunto de salud, dando lugar a la creación de una serie de tipologías basadas en la cuidadosa y sistemática observación de pacientes, tanto en cortos períodos de tiempo como con base en la historia longitudinal. Se trataba de una época en la que había muy pocas medicaciones que pudieran cambiar, alterar o mejorar el estado del paciente y la curación era generalmente considerada como un efecto natural de la evolución de la enfermedad.
Ese era el “state of the art” cuando Freud comenzó su práctica privada, hasta que descubrió que hablar bajo ciertas circunstancias precisas, producía por sí mismo efectos terapéuticos, e inventó el método psicoanalítico.
1 Presentación hecha el 18 de Septiembre del 2010 en la Conversación sobre ¨Diagnóstico Diferencial¨, del ICLO-NLS.
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En ese tiempo, los psiquiatras trataban a gente que no buscaba ayuda pues que pensaban que sus males se debían a causas externas: a un “Otro malo”. Eran personas llevadas ante ellos contra su voluntad por los familiares, o por la policía. En tales casos el psiquiatra se veía enfrentado a tratar a la persona medicamente, con la idea de hacer un bien social o para proteger al entorno de la persona, o bien para proteger al paciente de sus propias tendencias autodestructivas. La psiquiatría de hoy aún tiene que tomar decisiones de este tipo, o ejercer un rol de protector del público o tratar al paciente. Esto es parte de los “deberes del psiquiatra”, lo que tiene su propio valor y merece respeto.
No hay que olvidar que los muros de los hospitales psiquiátricos, tan duramente criticados en el último cuarto del siglo 20, pueden también ofrecer un refugio, de acuerdo con la etimología de la palabra “asylum”,ô que hoy puede resultar anticuada, pero que alguna vez fue entendida como “refugio” o “albergue”.
Las clasificaciones desarrolladas antes de la invención de los medicamentos neurolépticos ofrecen un marco que permite una mayor distinción de los trastornos mentales. Están generalmente basadas en la observación, y ofrecen poca comprensión de la etiología de las causas de esas enfermedades y menos aún en relación a la biología. Esto a pesar de que algunos psiquiatras, como Henry Ey2, trataron de construir un puente entre psiquiatría y neurología. De hecho, la ciega creencia actual en el paradigma neurocientífico, tiende a forjar la ilusión de que esa brecha ha sido cerrada. Además, algunos enfoques del psicoanálisis (representados por la IPA) han adoptado oficialmente ese delirio, lo que no lleva a otro lugar sino a arruinar la verdadera naturaleza del psicoanálisis3.
A pesar de sus defectos, las tipologías clásicas, estaban fielmente basadas tanto en el fenómeno in situ como en el que se presenta en el tiempo, transcribiéndolos minuciosamente. Gracias a ciertos profesores de psiquiatría muy eruditos, muchas de estas clasificaciones permitieron que se construyera un amplio y a la vez sutil panorama de las enfermedades mentales.
Tales reportes dependían estrechamente de la subjetividad de sus inventores y fueron también – en algunos casos -referidos a un cuerpo de conocimiento nacional que se relacionaba con asuntos más específicos.
De tanto en tanto una voz nueva emergía contra la tipología existente y promovía una discusión que finalmente lograba imponer una nueva noción clasificatoria. Ese fue el
2 Henry Ey fue un psiquiatra francés cercano a Lacan, si bien Lacan estaba opuesto a su teoría organo-dinámica.
3 Ver Laurent, E., Lost in Cognition. Colección Diva. Buenos Aires, 2005.
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caso de Clerambault, al que Lacan consideraba su “único maestro en psiquiatría”, quien inventó el concepto de “automatismo mental”.
Otro ejemplo es el del psiquiatra alemán Krestchmer quien, basándose en algunos de los rasgos recogidos por Kraepelin sobre la paranoia, creó su propio síndrome al que llamó “paranoia sensitiva”. En su trabajo, que se remonta a 1920 y que está basado en estudios de casos extensamente documentados, describe una forma moderada de paranoia donde el “Otro malo” no está tan fuertemente definido como en el delirio paranoico de persecución kraepeliniano, sino que es algo insidioso y que corresponde más bien a una sensación de estar siendo observado constantemente. Con este planteamiento se unió a un grupo de psiquiatras de su época que venían observando formas de lo que llamaban paranoia abortiva, en oposición a la idea que tenía Kraepelin de que todos los casos de paranoia, tarde o temprano habrían de desarrollar un pleno estado persecutorio delirante.
La psiquiatría evolucionó durante largo tiempo a través de este tipo de discusión entre eminentes y respetadas figuras de autoridad, que mientras construían sus clasificaciones tenían que demostrarle a otros clínicos que sus premisas y afirmaciones estaban bien fundamentadas y podían ser utilizadas para distinguir la conducta “normal” de la enferma o “patológica”. Sin embargo esa frontera no era fácil de establecer y los especialistas con frecuencia estaban en desacuerdo. En esa “Gran Conversación” de la psiquiatría, que daba mucho lugar a la ambigüedad y a la interpretación personal, Freud jugó también su papel mientras impulsaba su teoría psicoanalítica. Freud era muy versado en las teorías de Kraepelin4 entre otras5, por ello, las discusiones con Jung sobre Esquizofrenia y Paranoia, que fueron publicadas en su Correspondencia, son de extrema importancia para los clínicos de hoy6. Es también útil mencionar su invención de la categoría de ¨neurosis obsesiva¨, que hasta ese momento era desconocida. Freud evolucionó en el uso de clasificaciones psiquiátricas: mientras que al principio no hacía una clara distinción entre neurosis y psicosis7 (hablaba de la neuropsicosis de defensa), poco tiempo después hacía una diferencia entre la psicosis y la neurosis. Cabe además agregar que se mantuvo cauteloso en relación al tratamiento de las psicosis con el método psicoanalítico. Desde su origen, el psicoanálisis está
4 Freud estaba familiarizado con la Escuela Francesa después que estudió con Charcot en París, pero su mayor referencia era la Escuela Alemana de psiquiatría.
5 De hecho, el “Hombre de los lobos” se había entrevistado con el “Maestro” antes de ir a ver a Freud.
6 Ver por ejemplo la carta 22F Algunas opiniones teóricas sobre Paranoia, 14-21 de Abril 1907, así como las cartas siguientes.
7 Freud, S. Las Neuropsicosis de Defensa. Obras Completas.Tomo I. Pag.169. Editorial Biblioteca Nueva. Madrid. 1973.
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profundamente enraizado y enlazado con la psiquiatría. Como mencioné anteriormente, el mismo Freud creía en los ideales científicos de la psiquiatría en la medida en que era un racionalista opuesto a que el sufrimiento psíquico fuera tratado por vías mágicas, religiosas o moralistas. Al mismo tiempo tomó una fuerte y definitiva posición en contra de incluir al psicoanálisis como parte de la medicina. En ese sentido luchó contra la voluntad de muchos de sus colegas (en especial los estadounidenses), que querían restringir el derecho de la práctica del psicoanálisis a los médicos.
Esto, que fue cierto para Freud, valió también para Lacan quien fue atraído hacia el psicoanálisis y alejado de la psiquiatría por el interés especial que desarrolló en relación a un caso que fue bastante famoso en Francia en 1930 (Aimé, la paciente sobre la que escribe en su tesis para graduarse de psiquiatra), y también en forma más amplia, vía su interés por el tema del deseo femenino8.
Por supuesto que muchas teorías psiquiátricas fueron utilizadas, y aún se utilizan, con el propósito de proteger a los individuos y a su entorno, y más ampliamente a la sociedad, de la violencia potencial de ciertas “enfermedades” clínicamente reconocidas. Este noble - y útil – propósito ha traído también muchos errores e injusticias debidos a un prejuicio segregativo en relación a la locura, especialmente en épocas donde no existían las drogas psicotrópicas. Y donde cuestiones tanto moralistas como patrimoniales jugaron una parte nada inocente en las decisiones tomadas en relación al confinamiento psiquiátrico.
En la segunda parte del siglo 20 se puso en boga el movimiento antipsiquiátrico, que fue asociado en forma ampliamente utópica con ideales libertarios de una manera inconsciente y peligrosa, y que terminó en algunos casos arruinando el sistema de salud de países como Italia, por ejemplo.
Al mismo tiempo, algunos, como Michel Foucault, hicieron eco a esas protestas con un mayor fundamento, demostrando la relación entre el “poder” en general, y la creación y aplicación de normas. Su serie de conferencias sobre lo “anormal” ejemplifica, de modo muy convincente la relación entre el estado de una sociedad dada y lo que es considerado estar dentro o fuera de los límites de lo socialmente tolerado9. Esas normas fluctúan y son parte de un movimiento en curso en todas las sociedades y países (Ej.: derechos de los homosexuales y “temas sociales liberales” en Estados Unidos y Europa).
8 Como menciona en su Introducción a la edición inglesa del Seminario XI: Lacan, J.; Autres Ecrits, Le Seuil, París 2001, pag. 571; y tal como fue desarrollado por Eric Laurent en un artículo reciente: Laurent, E., Lacan analysand. Hurly Burly # 3 pag. 143.
9 Foucault, M. Les anormaux. Le Seuil/Gallimard. París, 1999.
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El psicoanálisis navega dentro de lo que Lacan llamó el “Discurso del Amo”. Su tarea es subvertir ese discurso, no denunciarlo. Debería entonces excluir tanto la utopía anti psiquiátrica como los contragolpes reaccionarios.
El “libro de los trastornos”
Y entonces llegó el DSM10. Esta clasificación, que se ha apoderado e invadido la psiquiatría, para decirlo francamente, se basa en un intento de borrar la subjetividad en los diagnósticos, a fin de reducir las discrepancias entre los practicantes. Como resultado, los números superaron el juicio personal, categorías basadas en los medicamentos, como depresión e hiperactividad, fueron creadas a fin de suprimir la influencia tanto del juicio del psiquiatra como de la subjetividad de los pacientes. Todo el mundo sabe de la pobreza de las escalas y los cuestionarios que con el tiempo han ido reemplazando las observaciones detalladas sobre la interacción médico-paciente. Eric Laurent11 señaló los efectos de la propagación generalizada de la evaluación, de lo que la clasificación DSM y sus pares son parte integrante: “Esto lleva hacia un desvanecimiento de lo real de la enfermedad”. En otras palabras, esto apunta a la muerte del lenguaje como un proceso en curso en el intercambio entre el paciente y el terapeuta.
Una vez la muerte del lenguaje queda establecida, se hace entonces imposible decir nada sobre los fenómenos que quedan fuera de lo que se incluye en las escalas.
En última instancia, esto prepara el camino hacia la destrucción del lazo social, así como del mutuo acuerdo y del sostén que éste implica. El sujeto es llevado a lo que Eric Laurent llama una “posición por defecto. El, o ella, no son ya alguien que sufre y que dirige una demanda a un especialista, en lugar de eso, él, o ella, se convierten en una falla en el orden del universo y por lo tanto en desadaptados que hay que “reeducar”.
Lacan y la cuestión del diagnóstico en psicoanálisis
Hay un fértil movimiento entrecruzado que está en juego, a lo largo de la obra de Lacan, entre dos corrientes de pensamiento. Por una parte él descarta - en nombre del psicoanálisis – todo tipo de segregación entre los humanos (por ejemplo, cuando define la “locura” como la esencia de la libertad humana en sus primeros Escritos12, o cuando proclama en 1976, que “Todo el mundo está loco”13 ); este es un Lacan a favor del
10 Spiegel, A. ,The dictionary of Disorders. Annals of medicine, Jan 3, 2005.
11 Laurent, E., Intervención en un Forum en París, 2009. Inédito.
12 Lacan, J. Acerca de la Causalidad Psíquica. Escritos 1, pag.142. Editorial Siglo XXI. 1990.
13 Lacan, J. Ornicar No. 17-18, pag. 278.
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continuismo. Por otra parte él trata de construir definiciones muy precisas sobre cuál debe ser el fenómeno al que se dirige el psicoanálisis: su lógica, su descripción minuciosa, sus nítidas diferencias - y este es un Lacan que aboga por un modelo discreto del aparato psíquico. Para él, los fenómenos son siempre eventos de lenguaje: la cadena significante está hecha de elementos discretos que él llama, con Saussure, significantes. Estos elementos están enlazados por la metáfora y la metonimia para producir el flujo del sentido y la significación, que, por su propia naturaleza, no pueden ser pensados como discretos. De nuevo, continuidad y discontinuidad entrelazadas en el campo del habla y el lenguaje, y el ya famoso aforismo lacaniano: “El inconsciente está estructurado como un lenguaje”, lo que quiere decir que el propio concepto incluye lo discreto a la vez que lo continuo.
Lacan, en “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis¨14 hace una ilustración exhaustiva de su acercamiento al diagnóstico estructural. En este texto fundamental sobre psicosis, descifra con mayor precisión que ningún otro psiquiatra de su tiempo, incluso que Freud mismo, el monto masivo de fenómenos psicóticos descritos por Schreber en su autobiografía. Hay que tener en mente la lógica de la contribución de Lacan: la psicosis, y en particular la psicosis schreberiana, ha de examinarse en relación a las dificultades en el lenguaje y a los trastornos en la comunicación. En la psicosis, la relación al Gran Otro está rota, por lo que hay que leer los fenómenos fundamentales dentro del orden simbólico alterado y la cascada de repercusiones que se producen en lo imaginario a causa de esa alteración. Lo real que ha sido forcluído retorna en el interior de lo simbólico con efectos devastadores.
Esa es la matriz de la concepción clásica de Lacan sobre la psicosis. Su diagnóstico está hecho primariamente (sino únicamente) por los trastornos del lenguaje que resultan de: “Este otro abismo, ¿se formó por el simple efecto en el imaginario del llamado vano hecho en lo simbólico a la metáfora paterna15?¨. Y añade enseguida que la significación fálica es entonces forcluída por el sujeto debido a una ¨…elisión del falo, que el sujeto remitiría para resolverlo, a la hiancia mortífera del estadio del espejo16¨. En última instancia, Lacan confía en que el sujeto - aún si es frágil - inventará una práctica ¨metáfora delirante¨ que estabilice sus relaciones con un Otro modificado.
Este aspecto del pensamiento lacaniano puede ser llamado mecanicista. Aún cuando el rechazó ser llamado de ese modo, sin embargo, como una consecuencia de su interpretación de la obra de Freud bajo el prisma de “Función y Campo de la Palabra y
14 Lacan, J., Escritos 2. Pag. 513. Editorial Siglo XX.1990.
15 Ibid, pag. 552.
16 Idem.
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el Lenguaje17”, fue considerado estructuralista. La parte “estructuralista” y por lo tanto mecanicista de su trabajo, es solo una parte, pero una parte que predomina ampliamente en lo general de su trabajo clínico18.
Jacques Alain Miller ha dedicado mucho tiempo a explorar este aspecto de la enseñanza de Lacan en sus diferentes facetas, hasta que se dirige en el 2005 al último Lacan, trabajo que culminó en el 2007-2008 con su serie de conferencias en la Universidad de París VIII, bajo el título: “Tout le monde est fou “ (“Todos estamos todos locos”). Esto se refiere no solamente a idiosincrasias o conductas excéntricas, sino al puro núcleo de la locura delirante clínica tal como fue subrayada por Lacan en un corto texto escrito en 1976, para sostener el apoyo al entonces experimental Departamento de Psicoanálisis en la Universidad de París VIII.
Miller19, en su conferencia del 26/03/2008 enfatizaba la importancia del mecanicismo en la obra más temprana de Lacan y también la más conocida: “Asegúrense – dice – de tomar en cuenta que para Lacan, el sujeto es llevado hacia estos mecanismos, desplazado a ellos. La introducción del sujeto lacaniano, el primer sujeto lacaniano, a estos mecanismos (Es decir metáfora y metonimia tal como fueron desarrolladas por Roman Jacobson20) se justifica por una idea muy opuesta a la que generalmente se usa hoy para la categoría de sujeto, (para indicar un cierto grado de libertad, o una parte inalcanzable que no puede ser aprehendida, particularmente por la cuantificación). Si Lacan introduce el sujeto del tal modo que se mueva entre los mecanismos, es porque precisamente considera que el sujeto del que se trata en la experiencia psicoanalítica, es un sujeto que es enteramente calculable¨.
Por otra parte, desde las últimas clases del Seminario 2021 Lacan da un nuevo giro (si bien y ya lo prefiguraba en los seminarios 18 y 19) hacia una clínica que ya no aboga por la preeminencia de lo simbólico. Se mueve hacia una clínica de los semblantes, (lo que significa que el ser humano no puede separar totalmente los registros imaginario y simbólico, siendo el objeto a mismo un semblante, es decir una parte imaginaria del cuerpo, simbólicamente elevada en la fantasía a un equivalente de lo real).
Esto lo lleva a una clínica “borrosa”, una clínica del continuo, de lo que se transforma, que culmina con los nudos junto con la idea – repetidamente expresada – de una estricta equivalencia entre los tres registros. El “Nombre del Padre”, como significante y
17 Artículo que marca una irrupción que anuncia su tempestuosa llegada al campo del psicoanálisis tradicional.
18 Miller, J.A., Los Paradigmas del goce, en “Lenguaje, Aparato del goce”. Editorial Diva. Buenos Aires, 2000.
19 Miller, J.A. Clase en la Universidad de París VIII. Inédita.
20 Jakobson, R. “Two aspects of Language and two types of Aphasic disturbances. Fundamentals of Language. Mouton & Co. Gravenhage, 1956.
21 Lacan, J. El Seminario, Libro 20. “Aún”. Editorial Paidós, 1981.
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como concepto, ya que ningún significante en el lenguaje puede encarnarlo ( y aún menos la presencia o ausencia del padre en la realidad). El Nombre del Padre es la piedra angular de la arquitectura discreta de la psicosis en el primer Lacan. Esto permitía distinguir la estructura neurótica, que testificaba de la presencia del NP y la psicótica, originada por su ausencia o por su forclusión.
La clínica de los nudos por el contrario, considera al “Nombre del Padre” como una función (en el sentido matemático) y no como el significante de una totalidad, por lo que puede ser sostenido por más de un dispositivo y muchos valores posibles pueden atribuirse a la variable. Se convierte entonces en una de las muchas formas de amarre a la “realidad” y se torna más en un lazo social compartido entre los humanos a través de su común dependencia del lenguaje, que en un “hecho de lenguaje” (corresponde a lo que el empirismo lógico llama el “Principio de Caridad22” .
Como consecuencia, el aspecto normativo del psicoanálisis y sus potencialidades segregativas (Ej.: los “locos” Vs nosotros los “normales”), está borrado en el último Lacan. Además, la lógica de la “Clínica Borromea” corresponde a la lógica del “no-todo”, desarrollada por Lacan en relación a la sexuación femenina. Desde luego que este “nuevo” conjunto de conceptos tiene consecuencias en la teoría del final del análisis. Es también cónsono con el estatus del psicoanálisis en nuestro mundo, donde las normas de la familia patriarcal, regidas por la ley del padre han declinado, si es que no se han derrumbado totalmente.
En su última enseñanza, Lacan asume que el analista no confía en las formas conservadoras y tradicionales de la sociedad, sostenidas por las religiones, ni tampoco tiene fe en la salvación de la humanidad a través del progreso. Un fragmento de de intervención de Jacques Alain Miller en L’Ecole de la Cause Freudienne, en Octubre del 200723, puede ser citado para sostener esa afirmación: “Una gran mayoría de los psicoanalistas que operan en el mundo son tradicionalistas, están naturalmente a favor de posiciones humanistas y clericales, con la esperanza de detener el movimiento actual de la ciencia y de extender la duración del mundo que conocieron” Miller considera que esa postura fue animada por Freud y por el primer Lacan que, a pesar de su postura subversiva, aún creía que el psicoanálisis estaba a favor de la pulsión de vida y en contra de la pulsión de muerte. Sin embargo, el último Lacan nos enseña algo distinto: que no existe algo
22 Davidson, Donald. (1984) *1974+. “Ch. 13: On the very idea of a Conceptual Scheme”. Inquiries into Truth and Interpretation. Oxford: Clarendon Press.
23 Miller, J.A. El Futuro del Miscellanea Laboratorium, 2007. Intervención en las Jornadas No. 36 de L´Ecole de la Cause Freudienne,
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como una oposición interna en la pulsión24: en la medida en que el goce es permitido, están presentes ambas: construcción y destrucción, por lo que: “El psicoanálisis no tiene que estar en el coro de los lamentos y nostalgias del pasado. Pueden ser humanistas si quieren, Cristianos, porque no?, pero como analistas no pueden ser tradicionalistas, porque esa posición reactiva, reaccionaria, conservadora, es contraria a su acto. Si bien eso no quiere decir que un psicoanalista deba compartir el entusiasmo de los gerentes del progreso científico, que ven el dinero acumulándose en los institutos que han creado para manejar los contratos de licencia que firmarán al vender sus cromosomas con marca de fábrica registrada...”
Miller llama a una “clínica irónica”: lo que corresponde a una clínica de nuestros tiempos, con sus cambios en los modos subjetivos de goce, una clínica que toma en cuenta los movimientos tanto constructivos como destructivos de la sociedad, por ejemplo en los asuntos familiares. Esto es solo posible si los objetivos analíticos van más allá del “Padre” como único anclaje de la norma. Esto está referido a una clínica que se basa metafóricamente en la descreencia fundamental del esquizofrénico en la consistencia del Otro. Por lo tanto, esta es una clínica que toma en serio la invención lacaniana del sinthome, y la identificación final del sujeto con su síntoma.
Este concepto lacaniano está referido a una combinación de fantasía y de simbólico, que es lo más cerca que el sujeto puede acercarse a los “pedazos de real” a los que está fijado. Para ser más preciso: la versión del final del análisis primeramente favorecida por Lacan ( incluyendo la que presenta en su Proposición del 9 de Octubre, donde introdujo el pase) transmite que el análisis podría ser enteramente reducido a una experiencia de saber y verdad , en cierto modo equivalente a la revelación del Sujeto Supuesto Saber. Esto también sugería implícitamente que el final era un punto de capitón, un tope en el que el objeto era sublimado vía un saber adquirido de la verdad sobre uno mismo.
Si seguimos a Lacan en sus consideraciones sobre “Joyce el Síntoma”, el final del análisis no puede ya corresponder a una normalización del sujeto bajo las reglas del Nombre del Padre, que aseguraría una solución ampliamente compartida, válida para una mayoría mientras dejaría de lado a los que caen del Nombre del Padre: los locos. Situar el final del análisis en términos de identificación al síntoma significa dos cosas:
Primero: no hay posibilidad estándar del final del tratamiento: la identificación al síntoma es una cuestión de uno por uno. Eso tiene que ver con como cada sujeto establece su parte en el lazo social con una solución no estándar que permite una forma
24 Miller, J.A. Biología Lacaniana y Acontecimiento del Cuerpo. Colección Diva. Buenos Aires.2002.
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de goce y lo enlaza a un sentido de responsabilidad, deber y solidaridad con este mundo.
Segundo: quiere decir que hay ya una cierta locura en la solución original que él o ella obtuvo, ya que ésta nunca es estándar. En ese sentido, es irónica porque no está en relación con una instancia ready-made o con un registro consistente. En cualquier caso eso denuncia el fracaso de la Metáfora Paterna para conseguir lo que idealmente presumía ser un amarre para el sujeto y un acceso a una identificación plenamente asumida de los ideales de su sexo (para él o para ella).
La identificación al síntoma quiere decir que “todos estamos locos”, en el sentido de que todos somos diferentes, todos no-naturales, si bien vinculados a través de nuestra común dependencia del lenguaje, que señala nuestra relación a lo imaginario y a lo simbólico; nunca totalmente separada de los otros gracias a la mediación del lenguaje, pero sin alcanzar completamente el sueño de la lograda sexualidad, armoniosa, heterosexual, y menos aún aquello de la unión amorosa.
Esta versión del final y de las metas del psicoanálisis quiere decir también que el inconsciente permanece abierto aún después del final del análisis. En la última parte de su enseñanza, Lacan implícitamente pone de lado su idea previa de que un matema pudiera articular el final del análisis o – por decirlo de otro modo – de que pudiera haber un matema del psicoanálisis. Esto lo llevó a cuestionar la relación entre el final del análisis y una revelación final de la verdad.
No hay en la lógica Aristotélica algo como una verdad parcial, una verdad lo es o no lo es, por lo que hay una solidaridad entre verdad y universalidad.
En su conclusión de esas conferencias del 2008, J.A. Miller hace notar que en su última enseñanza, Lacan formaliza el final del análisis en la línea de la lógica que preside la situación femenina: “el No-Todo” (le “pas-tout”), fundamentado en una torsión de la lógica aristotélica clásica. Esa torsión es una invención de Lacan. Esto abre el camino de un final que no se resuelve del todo por el saber. Una de las consecuencias es que el psicoanálisis no puede ser enseñado: por lo tanto la formación del analista - tal como J.A. Miller nos recuerda - deriva principalmente de la experiencia del propio análisis del analista llevada lo más lejos posible e, idealmente, al punto donde no queda ya Sujeto Supuesto Saber.
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El inconsciente no puede ser nunca suturado, tal como Miller frecuentemente afirma, particularmente en una nota en relación al concepto freudiano de Urverdrängung relativo a los Anexos del Seminario 2325.
Por supuesto que una educación exhaustiva en la disciplina del psicoanálisis es también una exigencia como parte de la formación del analista – incluso un extenso conocimiento – pero es secundaria en relación a la experiencia analítica como tal.
Cuando Lacan dice que “todos estamos locos”, esto podría tomarse como un estricto equivalente a “todos somos psicóticos”. Pero si eso fuera así, la opción estaría a favor del último Lacan y la primera parte de su enseñanza. Por lo que es imperativo situar aquí atentamente el modo sutil en el que Miller comenta este punto, ya que tiene consecuencias en la práctica misma del psicoanálisis.
En última conferencia del 2008 toma una posición muy clara: “La locura de que se trata aquí, esa locura genérica, es general o más bien universal. No se trata de psicosis. La psicosis es una categoría de la clínica con la que tratamos de captar algo que se inscribe en alguna forma en ese mismo universal”. Y Miller indica que el significante “delirante” en esa particular frase de Lacan hay que entenderlo como: “preso de la red del sentido” (lo que no puede ser evadido ya que los seres humanos están capturados en la red del lenguaje). Menciona también que Lacan ya había aludido a algo similar en la primera parte de su enseñanza, por ejemplo cuando dice que despertar es solo otro modo de seguir soñando, a lo que podemos añadir el pasaje del Seminario 1126 en el que relata la anécdota de la mariposa de Chuang Tzu.
Embrollos clínicos:
La lectura sistemática de Miller sobre la enseñanza de Lacan subsecuente al Seminario 20, comienza en la serie de conferencias del 2004 llamadas “Pieces detachees”(en castellano “Piezas sueltas”). En la primera conferencia él anuncia que va a estudiar el sinthome como concepto inventado por Lacan en la última parte de su obra, y también como título del Seminario “Joyce El Sínthome”. Muchos entre los que han estudiado este Seminario o participado en él, notan que Lacan nunca declara si piensa que Joyce era o no psicótico. Ya que nunca lo explicó- al menos a mi entender –, esto queda abierto a muchas interpretaciones que no son necesariamente excluyentes.
25 Miller, J.A. “Nota paso a paso”.El Seminario, libro 23, anexos, pag. 195. Editorial Paidós, 2006.
26 Lacan, J. El Seminario, Libro 11. Los Cuatro Conceptos Fundamentales del psicoanálisis. Editorial Paidós. 1987.
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Una explicación (y no la única) es que el respeto debido a un artista de tal importancia, nos obliga a no disminuir su aura etiquetándolo con un rótulo psiquiátrico (aunque Lacan no dudó en hablar de la ferocidad psicótica27 de Wittgenstein unos años antes).
Otra interpretación puede sostenerse también como verdadera: Lacan sabía que se dirigía a una audiencia mucho más allá de los límites del mundo médico y no quería estigmatizar a la psicosis, siendo como era consciente de los posibles efectos segregativos que produce el significante “psicótico”.
Otra posible tercera lectura sería que a la luz de su última enseñanza y de la clínica de los nudos, la categoría clínica de psicosis se torna irrelevante a partir de allí.
Dentro del Campo Freudiano, el debate sobre la psicosis no desencadenada ha sido ampliamente compartido, cuando en 1998, la categoría de Psicosis Ordinaria fue creada por Jacques Alain Miller en el curso de un programa de investigación de las Secciones Clínicas del Campo Freudiano.
La noción de Psicosis Ordinaria fue inicialmente de difusión restricta pero rápidamente se puso en boga. Al principio se pensó que concernía solo a casos raros en los que la forclusión del Nombre del Padre resultaba indecidible. Sin embargo rápidamente surgió28 el consenso de que no era raro tener que tratar con la indeterminación en el diagnóstico de un caso, aún después de un tiempo prolongado de entrevistas preliminares. De hecho, había ya indicios de esto en la primera enseñanza de Lacan, cuando evocaba la psicosis no desencadenada. Y algunas veces, aún cuando la psicosis técnicamente se desencadena, esto puede tomar formas muy variadas (Ej. Como un fenómeno elemental aislado).
Sin embargo, algunas escuelas de la AMP han sido testigos de cómo entre el 2004 y el 2008, la ola de la categoría de psicosis ordinaria (cuyo número creciente tiene correlación con la declinación del Nombre del Padre en curso en nuestra civilización), además del énfasis en los efectos terapéuticos rápidos en los tratamientos psicoanalíticos llevados a cabo en las clínicas gratuitas29 - lo que produjo una burbuja inflacionaria de diagnósticos indecisos -. Y también cierta confusión en algunos practicantes que no vieron necesario el uso de categorías clínicas que consideraban obsoletas en la moderna psiquiatría, en tanto la “nueva ola” era la clínica de los nudos.
27 Lacan, J. El Seminario, Libro 17. El Reverso del Psicoanálisis. Editorial Paidós. 1992.
28 Brousse, M.H. Ordinary Psychosis in the light of Lacan´s Theory of the Discourse. Psychoanalytic Notebooks No. 19. p.7.
29 CPTC: Centros de Consulta y Tratamiento, creados inicialmente en Francia y posteriormente en muchos otros países.
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Por estos y muchos otros problemas descubiertos y analizados por Jacques Alain Miller, en una larga serie de entrevistas llamadas ¨Entretiens d’actualité¨ (publicadas en el internet durante el otoño del 2008), algunas precisiones y reflexiones en relación a la sobre-extensión de la noción de psicosis ordinaria, fueron necesarias.
Miller presentó estas recomendaciones en una conferencia llamada “Revisión de la Psicosis Ordinaria¨. Este texto de reorientación ha de ser leído como un punto de referencia y un giro en nuestra clínica30.
1º. En este artículo Miller enfatiza con fuerza que la categoría que llamamos psicosis ordinaria ha de ser considerada dentro del campo de la psicosis.
2º. Se trata de una forma de psicosis sostenida o estabilizada por un sínthome (una invención) a pesar de la existencia de la forclusion del Nombre del Padre. Aún cuando no se ha desencadenado (y puede no hacerlo nunca), algunos elementos indicativos pueden encontrarse, y deben buscarse, en las primeras entrevistas con el paciente (algunas veces se puede requerir de un tiempo más largo ya que los fenómenos con frecuencia son tenues e imprecisos). Miller nos alerta a tener en cuenta “tres externalidades” : Primero, en el campo de lo social debería aparecer cierta “desconexión” (debranchement). El lazo con el Otro es suelto, confuso, a la deriva.
Segundo: en la relación con el cuerpo, el sujeto puede a veces sufrir de vagos dolores (que deben ser distinguidos de los síntomas histéricos de conversión), o de dificultades de concentración (a distinguir de las rumiaciones obsesivas o las verificaciones compulsivas). A menudo - como afirma Miller – “el sujeto es llevado a inventar algún tipo de lazo artificial para re-apropiarse de su cuerpo, para amarrar su cuerpo a sí mismo31” Los tatuajes o piercings actualmente de moda, pueden en ocasiones tener ese papel.
Tercero: En la subjetividad misma: puede hallarse cierta “fijeza identificatoria”, lo que señala un modo especial de relación con el objeto a (bien sea porque hay una fuerte identificación como el objeto como desecho, o, al contrario, por una forma extrema de manierismo de la que el sujeto se defiende). En los dos extremos de la escala hay una relación con el objeto a que no es dialectizable, que no está marcada por la dimensión de semblante.
En el mismo texto, Miller explica también que cuando se trata de hacer un diagnóstico diferencial en la psicosis ordinaria, el clínico tiene que tener un enfoque diferencial
30 Miller, J.A. Ordinary Psychosis Revisited. Psychoanalytical Notebooks , No. 19. p 139.
31 Miller, J.A. Ib, p.156.
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negativo: si no es una neurosis, entonces es una psicosis (si bien no desencadenada). Menciona también que la referencia más sólida para discriminar entre psicosis ordinaria y neurosis es la histeria, sobre la cual existe un muy robusto aparato doctrinal tanto freudiano como lacaniano.
Forclusión Generalizada
La proposición: “Estamos todos locos pero no psicóticos”, debe ser también examinada a la luz de la teoría de la forclusión generalizada formulada por Jacques Alain Miller en 1986 ya que, a primera vista, esta proposición parece objetarla.
Esta teoría puede vincularse a la última parte de “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo...”, donde Lacan declara que “el neurótico está sometido a la castración imaginaria desde el comienzo, eso sustenta el yo fuerte que tiene, tan fuerte, puede decirse, que su propio nombre le molesta, tan fuerte que en el fondo el neurótico es un sin nombre32”. Este pasaje nos recuerda el tema de la ausencia y de la presencia del Nombre del Padre, sugiriendo también que tanto para el neurótico como para el psicótico, esto está en cuestión.
Tomando ese fragmento de “Subversión…”y la pluralización de los Nombres del Padre efectuada por Lacan en su única clase de 1964, llamada “El seminario inexistente”, Miller ha enfatizado más de una vez el estatus de función lógica propio del Nombre del Padre, subrayando la existencia del agujero en el Otro para el neurótico, así como para el psicótico.
En un comentario hecho en Milán en 199433 sobre “El hombre de los Lobos” de Freud, Miller ofreció una interesante explicación sobre esa teoría: básicamente que desde una cierta perspectiva, reconstrucción y rememoración pueden ser opuestas, si bien están hechas de la misma materia. Lacan supera esa oposición hablando de “elaboración de la significación”. “Por esa razón Freud es llevado a formular que lo que está reprimido es la verdad histórica, finalmente lo que está reprimido es la verdad, Warheit. La equivalencia entre rememoración y construcción en relación a la verdad es decisiva – dice Miller – para abrir el camino hacia Lacan”.
Más adelante añade: “Freud propone considerar que la alucinación y el delirio derivan de los mismos mecanismos. El extiende a la psicosis un mecanismo que previamente había asignado solo a la neurosis…si alucinación y delirio vienen de la misma estructura que los mecanismos
32 Lacan, J. Escritos 2. Pag. 806. Editorial Siglo XXI. 1993.
33 Miller, J.A. Marginalia de Milán: Construcciones en Psicoanálisis. Uno por Uno, No. 41. Invierno 1994-95. Difusión Paidós, 1995.
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neuróticos, eso quiere decir que en el seno de la alucinación y el delirio hay una verdad reprimida”. “Allí reside el punto focal de su demostración clínica”.
Y la pista, o - para ser más preciso – el punto de Arquímedes de la cuestión del diagnóstico diferencial está alrededor del estatuto de la “verdad” en psicoanálisis, y esto puede solo ser entendido con el concepto de “Estratificación del Otro” (propuesto por Eric Laurent y Jacques Alain Miller en su Seminario “El Otro que no Existe y sus Comités de Etica, 1996-97). La estratificación del Otro nos permite explicar que es lo común y que es lo diferente entre neurosis y psicosis.
Lacan insiste en afirmar que la verdad no es Una: y en su última enseñanza habla incluso de “varité” (variedad) de la verdad, un juego de palabras que transmite que hay siempre varios aspectos de la verdad34. Lo que ha sido a veces calificado como una degradación o destitución de la verdad, se debe claramente al desarrollo de la categoría de lo Real en el pensamiento de Lacan. La verdad está relacionada con el saber y con la significación, mientras que lo Real permanece en un agujero: un vacío. El mismo agujero que hay en el “ombligo del sueño”, que Freud reconoció como lo Urverdrängt. El sinthome como resto de la operación analítica nos lleva a tomar la definición lacaniana de síntoma a la letra por ser “lo más cercano a lo real que se tiene”. Y en algunas instancias (como fue discutido por Miller en noviembre del 2007), Lacan llegará declarar que el sinthome es real por ser lo más cercano que se puede llegar a lo real por medio de un semblante que anuda el cuerpo, el lenguaje y la imagen.
A este respecto hay una equivalencia entre neurosis y psicosis. Incluso en algunos casos, un síntoma psicótico puede producir un amarre muy fuerte, aún más fuerte que uno neurótico. Ese parece ser el quid de la demostración de Lacan en relación a Joyce.
Al principio de su enseñanza, Lacan pensó que la psicosis podía estabilizarse con la ayuda de una metáfora delirante. Esto sitúa el proceso solamente en el plano del orden simbólico. En su enseñanza posterior y ya con la noción de sinthome, la estabilización mantiene unidas las tres “externalidades” que fueron aisladas por Miller en su artículo “Revisión de la psicosis ordinaria”. Pero esto ha probado ser válido solo en ciertos casos en los que no se encuentran posibles fallas estructurales. Sin embargo, en muchos casos de psicosis e incluso de psicosis ordinaria – como señala Miller – existen leves indicios de dificultades que se presentan en lo social, en el cuerpo, o en lo subjetivo. El posible acercarse al sinthome desde dos perspectivas. La primera es considerarlo como resto del tratamiento. Desde este punto de vista, el sinthome es lo que se obtiene a través de la extracción de goce en el tratamiento analítico, y por lo tanto aparece como lo incurable.
34 Condensación de” varieté” (variedad) y “verité” (verdad).
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Desde otra perspectiva, el sinthome constituye en última instancia la defensa contra lo Real, o lo mejor que puede inventarse para prevenir la catástrofe del desencadenamiento y sus consecuencias. Esta invención puesta en práctica en forma más o menos aceptable por la sociedad, puede ser algo “natural”, a pesar de la elisión del Nombre del Padre; consideramos entonces el caso como un caso de psicosis ordinaria. El sinthome puede también construirse (usualmente con grandes esfuerzos), cuando la psicosis ya se ha desencadenado.
En cualquiera de los casos, el analista ha de hacer el diagnóstico lo más exhaustivo posible por cuestiones prácticas relativas a la dirección de la cura, y a lo que llamamos el “acto analítico”.
Entre los muchos efectos de la expansión de la categoría de psicosis ordinaria, se ha visto una tendencia del analista en abstenerse de tomar parte en el tratamiento y, por el contrario, escucharlo pasivamente35. Esto ha sido contrabalanceado por la nueva ola lanzada por Miller durante las Jornadas número 38 de L’ Ecole de la Cause Freudienne. Así como ha sido ampliamente señalado, eso produjo una des-masificación de la enunciación, mientras que en el período precedente se había tendido a subestimar, sino a borrar totalmente, la inclusión del analista en el tratamiento (al menos en las contribuciones presentadas en las reuniones científicas).
La inclusión del analista en el tratamiento:
En un importante artículo del 2002, Eric Laurent examinó lo que llama “la crisis del estudio del caso” en psicoanálisis36. El muestra como la concepción de Lacan del estudio de caso evoluciona con el tiempo haciendo sucesivos énfasis que no son excluyentes. Laurent subraya también de qué modo Lacan comienza con una concepción fenomenológica del estudio del caso inspirada por Jaspers (foco narrativo en una serie de fenómenos) yendo luego a una concepción más basada en la lógica en tanto trataba de obtener una idea más lógica del inconsciente. En ese momento más clásico de su enseñanza el estudio del caso representa para él un paradigma en el que la particularidad del “envoltorio formal” del síntoma ha de estar incluido dentro de la clasificación (y estamos aquí de nuevo confrontados con el tema del diagnóstico diferencial): “El carácter de coherencia lógica del síntoma afirma la existencia de clases de síntomas y al mismo tiempo efectúa su deconstrucción37”.
35 Laurent, E. Quelques réflexions sur les rapports des derniers cartels de la Passe, Cause Freudienne No. 75. p.110.
36 Laurent, E. El caso, del malestar a la mentira. Lectura del caso en la práctica de Orientación lacaniana. Publicación de la Nel-Delegación Mexico. Editorial Grama, Buenos Aires.2009.
37 Ib. Pag.16.
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Este momento del pensamiento de Lacan sobre el caso pertenecería por completo a la teoría mecanicista de Lacan, sino fuera porque estaba preocupado por dar lugar a la pulsión freudiana y a la dimensión del goce en psicoanálisis (que no es discreto). Eric Laurent afirma que: “La indicación fundamental que ha dado Lacan sobre este punto es que la demostración en psicoanálisis es homogénea a la forma del Witz38”. Y nos recuerda que en la agudeza freudiana tenemos una “estratificación del Otro”, por decirlo de algún modo: a un nivel hay una mecánica, una lógica del equívoco, hecha del encuentro entre dos registros que usualmente se mantienen separados. Eso produce un efecto de ruptura, de sin sentido, de sorpresa. Y, en otro nivel, hay un excedente de libido que provoca risa (Lacan comenta que en el efecto cómico del equívoco el falo está siempre en juego).
Si un estudio de caso ha de “probar” algo en psicoanálisis – como argumenta Laurent – es más gracias al excedente libidinal que se obtiene, que a la justeza de los propósitos. Ambos son necesarios pero la prueba, la participación en la lógica del aserto es que es aceptado solamente si una satisfacción libidinal lo acompaña. Este tipo de Aufhebung que une la “mente” y el “cuerpo”, cadena significante y pulsión, es absolutamente específico al discurso psicoanalítico. Por eso, la enunciación no puede ser separada del enunciado. Ese es uno de los sentidos de la primera frase de Lacan en L’ Etourdit: “Lo que resta olvidado en lo que se dice de lo que se escucha”.
Como Miller una vez afirmaba: “el estudio de caso que hace “prueba”, llama a una práctica de la participación y a un estilo de vida39”.
Dos consecuencias se deducen de esto: 1) Un estudio de caso nunca dirá la entera verdad sobre un problema analítico. Este pertenece a la lógica del no-todo; ningún caso dirá la última palabra sobre lo Real. 2) Al lugar de la Verdad viene una satisfacción que sirve como prueba al que escucha. Esa satisfacción demanda la presencia del analista en su enunciación y también que el analista no se identifique con el saber producido por su propia presentación. Como señala Laurent: el psicoanálisis nunca ha respondido ni nunca responderá a la epistemología del modelo.
Escollos de la interpretación
El psicoanalista sin duda dirige la cura. (…) Digamos que en el depósito de fondos de la empresa común, el paciente no es el único con dificultades que pone toda la cuota. El analista también
38 Ibidem. Pag 18.
39 Miller, J.A. Conferencia en Gante en 1997. Título de la Conferencia: “Síntoma, Saber, Sentido y Real. (Citado por Eric Laurent).Publicado en “Le symptome charlatan”, Le Seuil, París, 1998.
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debe pagar: pagar con palabras sin duda, si la transmutación que padecen debido a la operación analítica las eleva al efecto de interpretación; pero también debe pagar con su persona, en cuanto que, diga lo que diga, la presta como soporte a los fenómenos singulares que el análisis ha descubierto en la transferencia: Olvidaremos que tiene que pagar con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo, para mezclarse en una acción que va al corazón del ser (Kern unseres Wesens), como escribe Freud: sería él el único allí que queda fuera de juego? 40. Este es un famoso pasaje de Lacan en “La Dirección de la Cura”.
Estas consideraciones se mantienen ciertas tanto si el paciente pertenece a la categoría clínica de neurosis como de psicosis: un análisis requiere la implicación del analista así como la del analizante. Sin embargo, la situación no es simétrica en ambos casos: el analista dirige la cura, el analizante es el que la demanda.
Como Eric Laurent dice en su artículo “La interpretación ordinaria41”, si bien el analista es libre en su interpretación, también hay reglas de la interpretación, o, para ser más exacto, principios de la interpretación. El principal es que no hay metalenguaje, no hay Otro del Otro. Por lo que la interpretación es tomada siempre de los dichos del analizante que son así llevados de nuevo hacia él de modo que pueda leer lo que había dicho sin tomarlo en cuenta. En ese sentido, la labor del analista es insertar un significante en una cadena significante preexistente que ha sido desplegada por el paciente. Miller añade a esto (formalizando la práctica de Lacan), que en vez de otro significante, una puntuación o un corte de sesión podría producir el mismo efecto de lectura del inconsciente.
En el periodo clásico de Lacan, el subraya que la interpretación no está abierta a todos los sentidos, y que debe apuntar a la causa del deseo. Eso es consistente con la idea de que la interpretación no debe reforzar la tendencia interpretativa del inconsciente en tanto productor de más y más sentido. Pero en este caso, la interpretación (y eso es verdadero para la neurosis) usará la interpretación fálica “per via de levare” a fin de develar el objeto a y la parte que juega en la fantasía. Esto es posible en la medida que la metáfora paterna, a pesar de sus fallas, opere y fije un límite en el borde de lo Real. Por otra parte, este tipo de interpretación, que abre la división subjetiva y provoca la caída de las identificaciones, es riesgosa en la psicosis, especialmente cuando está desencadenada, porque puede desatar una producción delirante ilimitada de significantes (el inconsciente a cielo abierto) y, en particular, situar al analista en el lugar de perseguidor. Razón por la que es necesaria la cautela cuando se trata de sujetos psicóticos.
40 Lacan, J. Escritos 2. Pag. 566/567. Editorial Siglo XXI. 1993.
41 Laurent, E. Ordinary Interpretation. Psychoanalytical Notebooks, p. 277 et sq.
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Eso no quiere decir, sin embargo, que el analista ha de estar quieto y no interpretar. En el artículo arriba citado, Laurent lo dice en forma muy clara: “Por una parte acompañamos a que el significante se haga cargo del goce (…) instalamos el Locus del Otro, autorizamos el lugar que permite la traducción (….). El trabajo de traducción continúa, pero. Al mismo tiempo, debemos saber que lo que estamos buscando es una estabilización, una homeostasis, una puntuación42“. Esto, por supuesto aboga por la necesidad del diagnóstico diferencial.
La segunda clínica de Lacan, basada en el síntoma y en el “más allá del Edipo”, no cancela la primera, la pone en una perspectiva diferente. Primero, si seguimos a Miller en su “Revisión de la Psicosis Ordinaria”, el establecimiento del diagnóstico acertado es aún necesario. Y en el caso de la psicosis ordinaria, es un diagnóstico por eliminación: Si no es una neurosis, y si no hay signos para un diagnóstico estructural de psicosis, entonces estamos en el campo de la psicosis pero de tipo ordinario. Y, de nuevo, el tipo de interpretación que es posible recae en la capacidad del lenguaje de hacerse cargo del exceso de goce. En ese caso “se apuntará preferentemente al síntoma” – como señala Laurent –, lo que quiere decir que se apuntará a una o varias de las que Miller describe como “externalidades” y que parecen indicar una fragilidad en el nudo entre imaginario, simbólico y real. En esa indicación, entiendo “apuntar” como una invitación al sujeto a expandir – vía elementos significantes – lo que no ha sido desplegado por la vía significante en una u otra de las “externalidades”. Esto es, un modo de nombrar el aspecto frágil del síntoma. En el caso particular de la psicosis ordinaria, es equivalente a analizar la parte actuante del goce de la que no se ha encargado la cadena significante. El objetivo de esta operación - así como en la psicosis clásica – es obtener una estabilización que logre un fin en el cual el sujeto se encuentre a sí mismo en paz. Si miramos la otra faz de esto, es también lo que se espera cuando trabajamos con sujetos neuróticos: lo que puede llamarse la satisfacción del final del análisis, cuando el sujeto puede finalmente aceptar lo imposible y estar en paz con un “esto es lo que soy”. Cuando esto se obtiene, el sinthome o el resto sintomático – como Freud lo llamaba – será el nombre de la parte de goce que el Nombre del Padre no había sido capaz de pacificar anteriormente.
42 Laurent, E. Op. cit. p. 288.
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