viernes, noviembre 11, 2011

La relación de Freud con las drogas
por las Lic. Liliana Vázquez Barrile y Alicia Donghi
No existe en la obra de Freud, a pesar del papel preponderante de la droga en sus comienzos profesionales, ningún ensayo detallado sobre el alcoholismo o la drogadicción, salvo sus estudios cuando era neurólogo.
En el año 1884 se produjo el encuentro entre Sigmund Freud y la cocaína, poco después de la introducción de esta droga en los Estados Unidos y Europa. Comenzó a interesarse por sus propiedades y efectos, convirtiéndose en un ferviente usuario y defensor de la misma. Inició una serie de investigaciones experimentales sobre sus efectos en el hombre y trató de utilizarla para frenar la adicción a la morfina de un amigo suyo, Ernst von Fleischl-Marxow. Las consecuencias de estos experimentos y las ulteriores polémicas, le indujeron a abandonar sus investigaciones acerca de su acción sobre el sistema nervioso central, aunque podemos inferir por "La interpretación de los sueños" que todavía utilizaba la droga en el año 1895.
El singular encuentro de Freud con la cocaína ha sido ignorado por sus más importantes biógrafos, al punto de que Ernest Jones, su más conspicuo historiador, lo reduce a un simple episodio. Una cronología de Freud y de la cocaína nos permitirá situar el contexto histórico científico de este encuentro.
Así pues, el episodio de la cocaína resulta interesante no solamente cuando se considera el aspecto biográfico de la personalidad de Freud, sino también si se tiene en cuenta su influjo directo en el desarrollo del psicoanálisis.
Los tres estudios sobre la cocaína constituyen su primer encuentro científico con las neurosis y su primer fracaso terapéutico. Por eso merecen ser presentados amplia y detalladamente, aunque sólo unas pocas líneas en la historia de la medicina y la farmacología los recuerden.
"Über Coca / Sobre la coca (Julio de 1884)". En su apasionado artículo "Sobre la coca", el primero que escribió sobre este tema, Freud ofrece al lector una enorme cantidad de datos sobre la historia de la utilización de esta planta en Sudamérica, su exportación a Europa, sus efectos sobre los seres humanos y los animales, y sus múltiples usos en terapéutica. Incluye detalladas descripciones de las investigaciones realizadas por muchos autores. Ya en este momento aparecen algunos indicios que apuntan hacia las propiedades anestésicas de la droga y las esperanzas que en este sentido hace concebir, aunque no llegue a hablar de aplicaciones concretas.
El autor está en favor del uso de la coca y en algunos momentos se muestra casi entusiasta en sus alabanzas.
En la posterior addenda a este trabajo, Freud menciona el uso que Koller hizo de la cocaína para anestesiar la córnea en las operaciones oftalmológicas, práctica que desde entonces se hizo famosa.
"Contribución al conocimiento de los efectos de la cocaína (Enero de 1885)". En este artículo, a diferencia de lo que hizo en el anterior, Freud no trata de las reacciones subjetivas que produce la cocaína, sino de los efectos objetivos de la droga, medidos con aparatos que permiten cuantificar la energía muscular y el tiempo de reacción. Así, da todos los detalles de los experimentos que realizó con un dinamómetro y un neuroamebímetro.
Es interesante señalar que no explica los incrementos encontrados tras el uso de la cocaína como consecuencia de la acción directa de la sustancia en la musculatura, sino que los ve como resultado del bienestar general que produce, que -sólo secundariamente- mejora las facultades motrices.
"Anhelo y temor de la cocaína (Julio de 1887)". En este artículo, Freud defiende la cocaína contra los que la acusaban de ser peligrosa y creadora de hábito, de ser, en palabras de un médico alemán "el tercer azote de la humanidad", al lado del alcohol y la morfina. Freud cita sus propias experiencias y las de otros autores y sostiene que la cocaína sólo produce adicción entre aquellos adictos a la morfina que, durante intentos de cura de supresión, hacen mal uso de la cura, conservan su dependencia de la droga y simplemente cambian una substancia por otra, en este caso la morfina por la cocaína. En todos los demás casos se comprueba que la cocaína no forma hábito, puede administrarse libremente y, tras una utilización prolongada, puede provocar no tanto ansia de tomarla como aversión contra sí misma.
Por otro lado, Freud afirma que la utilidad general de la cocaína está limitada debido al factor de variabilidad de las reacciones individuales. Aparte del efecto anestésico, que se produce siempre, el resto de reacciones cambian según cuál sea el estado individual de excitabilidad y el estado individual de los nervios vasomotrices en los que actúa la cocaína.
Luego de las críticas recibidas por sus estudios de la cocaína y la confirmación de su fracaso terapéutico (no consigue su objetivo de curar a su amigo con la droga), decae su entusiasmo por la función de los medicamentos en la cura, dirigiendo su mirada hacia los métodos de Charcot (la hipnosis y la sugestión), para propiciar la curación, produciéndose un nuevo encuentro, ahora con la histeria. En "Histeria (1888)", Freud describe a la histeria como una anomalía del sistema nervioso: un cuerpo extraño perturba la estabilidad de la energía psíquica y crea un desborde en el nivel del cuerpo,  concibiendo de esta manera a la histeria como una patología del excedente.
Este exceso en la histeria, Freud lo retoma en la relación entre el hipnotizador y el hipnotizado, cuando comienza a experimentar con los métodos de Charcot mencionados. Alerta sobre los puntos débiles del método debidos a la dependencia respecto del hipnotizador -a pesar de su utilidad en las perturbaciones neuróticas y en las desintoxicaciones-, dado que el riesgo es una adicción a la hipnosis.
En "La sexualidad en la etiología de las neurosis (1898)", para Freud la necesidad sexual se debía a la acción de sustancias químicas, semejante a la de los estupefacientes. Y aconsejaba en particular para el tratamiento de la neurastenia un desacostumbramiento de los hábitos masturbatorios. Ya en la "Carta 79" a Fliess sugiere que la masturbación es la primera adicción y que las otras, tales como el alcohol, la morfina, el tabaco, etc., sólo se incluyen en la vida como sustitutos de ella. Identificaba la sexualidad con una intoxicación, ya que a través de la absorción del supuesto tóxico, se satisfacía una necesidad sexual. Lo sexual termina por ser considerado como un cuerpo extraño tóxico en esta época. En relación a la etiología de la neurosis de angustia hablaba de sumación de factores (cantidad e intensidad en un cierto lapso) y lo comparaba con los efectos del alcohol.
En la "Carta 55" a Fliess relaciona la dipsomanía con la represión sexual, y en el caso al que se refiere hay una sustitución de un impulso por otro, asociado a la sexualidad.
Freud estableció en "Tres ensayos para una teoría sexual (1905)", que la adicción remite a la fase oral del desarrollo, confirmando la existencia de una relación entre la adicción y la masturbación infantil, trabajada anteriormente.
En posteriores escritos relaciona la psicopatología de la manía y el humor con el alcoholismo y la intoxicación, estableciendo fundamentos para una comprensión más profunda de las adicciones. En "El chiste y su relación con el inconsciente (1905)"  adjudica al alcohol unafunción desinhibitoria que apaciguaría la crítica, conectando al sujeto con el placer del disparate.
En sus "Contribuciones a la psicología del amor (1910)" Freud contrasta la relación del amante con el objeto sexual, con la del bebedor de vino con el vino. Mientras que el amante persigue una serie interminable de objetos sustitutos, ninguno de los cuales brinda entera satisfacción, el bebedor está más o menos atado a su bebida favorita y la gratificación reiterada no afecta la recurrencia de su poderoso deseo. Los grandes amantes del alcohol describen su actitud hacia el vino como la más perfecta armonía, el modelo de un matrimonio feliz. En "Acerca del mecanismo paranoico (1911)"  se refiere al papel desempeñado por el alcohol en los delirios de celos y sugiere que la bebida suprime las inhibiciones y anula el trabajo de la sublimación. Como resultado de esto la libido homosexual queda liberada y el bebedor sospecha que la mujer por quien está celoso se relaciona con todos los hombres a quienes él mismo está tentado de amar.
En 1917, en sus "Conferencias de introducción al psicoanálisis" Freud apunta que las intoxicaciones y las abstinencias producen la misma sintomatología que las neurosis actuales, con una misma propiedad de influir sobre todos los sistemas de órgano y todas las funciones.
No importa que las sustancias tóxicas sean introducidas en el cuerpo desde el exterior o que sean engendradas por su propio metabolismo: se refieren siempre a perturbaciones en el metabolismo sexual; la sexualidad es concebida aquí como un tóxico.
En su "Complemento metapsicológico de la doctrina de los sueños (1917)" compara las alucinaciones tóxicas tales como los delirios alcohólicos con la psicosis demencial. El cree que el delirio alcohólico surge cuando hay privación de alcohol, lo cual implica que es una reacción a la pérdida del alcohol sentida como intolerable. En "Duelo y melancolía (1917)" expresa que, a su modo de ver, la intoxicación alcohólica, en la medida en que consiste en un estado de elación, pertenece al grupo de los estados mentales maníacos. En la manía hay un relajamiento en el gasto de energía sobre la represión. En el alcoholismo la liberación de impulsos reprimidos se ve posibilitada por la toxina.
En su artículo sobre "El humor (1927)"  Freud hace nuevamente referencia a la intoxicación. Compara el humor con la elación y sugiere que significa no sólo el triunfo del yo sino también del principio del placer. Un año más tarde en "Dostoievski y el parricidio (1928)", volverá a relacionar a la sexualidad con los procesos tóxicos. En "El malestar en la cultura (1930)" llama la atención sobre las modificaciones de las condiciones de nuestra sensibilidad por obra de la intoxicación, el método químico. Además alerta sobre el efecto del repliegue al mundo interior que provocan estas sustancias embriagadoras, como una manera de sustraerse a la presión de la realidad y refugiarse en un mundo propio que ofrece "mejores condiciones de sensación y alivio del dolor".