lunes, febrero 25, 2013


CONSIDERACIONES SOBRE LA HISTERIA
Bruselas, 26 de febrero de 1977
Jacques Lacan


Texto establecido por Jacques-Alain Miller


Publicado en la revista Quarto, nº 90


Introducción
¿Qué fue de las histéricas de antaño, de aquellas maravillosas mujeres, las Anna O, las Emmy von N?
No sólo jugaron un cierto papel sino un papel social cierto (*). Fueron ellas quienes permitieron el nacimiento del psicoanálisis cuando Freud se dispuso a escucharlas. Al escucharlas, Freud inauguró una modalidad completamente nueva de la relación humana.
¿Qué sustituye actualmente a los síntomas histéricos de otro tiempo? ¿No se ha desplazado la histeria en el campo social? ¿No la habrá reemplazado la chifladura psicoanalítica?
Nos parece cierto ahora que a Freud le afectaba lo que le contaban las histéricas. El inconsciente se origina en el hecho de que la histérica no sabe lo que dice cuando, de hecho, algo dice con las palabras que le faltan. El inconsciente es un sedimento de lenguaje.
En el extremo opuesto de nuestra práctica está lo real. Se trata de una idea límite, la idea de lo que no tiene sentido. En nuestra práctica operamos con el sentido, es decir con la interpretación. En tanto objeto de la ciencia -y no del conocimiento que es más que criticable-, lo real es ese punto de fuga. Lo real es el objeto de la ciencia.
Considerada desde ese punto de fuga al menos, nuestra práctica es una estafa: embaucar, asombrar a la gente, deslumbrarla con palabras. Esas palabras son un camelo, lo que habitualmente llamamos un camelo. Es lo que Joyce designaba con esas palabras más o menos infladas de donde nos viene todo el mal.
Lo que digo aquí está en el centro del problema de lo que aportamos al tejido social. Es por lo que sugerí que había algo que estaba sustituyendo a esa sopladura que es el síntoma histérico.
Un síntoma histérico es algo muy curioso. Se soluciona a partir del momento en que la persona, que verdaderamente no sabe lo que dice, comienza a balbucear.
¿Y el histérico macho? Ni uno se encuentra que no sea una hembra.
Freud convirtió a ese inconsciente, del que no comprendía estrictamente nada, en representaciones inconscientes. ¿Qué podrían ser las representaciones inconscientes? En su Unbewusste Vorstellungen hay una contradicción en los términos. Intenté explicarlo, promoverlo, para instituirlo en el plano de lo simbólico. Lo simbólico consiste en palabras, nada que ver con representaciones. Y en última instancia sí, se puede concebir que las palabras sean inconscientes. No son más que palabras lo que se cuenta, y a montones. En conjunto, hablan sin saber absolutamente nada de lo que dicen. Por lo que el inconsciente no tiene cuerpo más que de palabras.
Me incomoda atribuirme un papel en esta ocasión pero, me atrevo decirlo, fui piedra de escándalo en el campo de Freud. No estoy tan orgulloso. Incluso diré más, no estoy orgulloso de haber sido aspirado por una práctica que he continuado como he podido y que, después de todo, nada asegura que la sostenga hasta reventar. Pero está claro que soy el único en haber dado su peso a eso hacia lo que Freud se vio aspirado por la noción de inconsciente.
Todo esto trae algunas consecuencias consigo. Que el psicoanálisis no sea una ciencia, cae por su propio peso. Incluso es exactamente lo contrario. Cae por su propio peso si pensamos que una ciencia sólo se desarrolla con pequeños artilugios que son artilugios reales, y que además es preciso saber construirlos. Por eso, sin duda, hay todo un lado artístico en la ciencia. Es fruto de la industria humana: es preciso saber-hacer-con. Pero ese saber-hacer-con desemboca en el plano del camelo. Un camelo es a lo que normalmente llamamos lo bello.

Se dice: ¡qué bella demostración!
Elucubro una geometría, a la que llamo de sacos y cuerdas, geometría de la trama, que nada tiene que ver con la geometría griega, hecha de abstracciones. Lo que intento articular es una geometría que resista.
Podría estar al alcance de lo que llamaría todas las mujeres si las mujeres no se caracterizaran precisamente por no ser todas. Por eso, aún teniendo el material, los hilos, las mujeres no lograron hacer esa geometría a la que me aferro.
Quizás la ciencia tomara otro cariz si hiciéramos con ella una trama, o sea algo que se resolviera con hilos. En fin, no sabemos si nada de esto tendrá la menor fecundidad.
Aun siendo cierto que a una demostración se la puede calificar de bella, los cables se nos cruzan totalmente cuando no se trata de una demostración, sino de algo muy, muy paradójico y a lo que intento llamar como puedo, una mostración. Es curioso percatarse de que, en ese entrecruzamiento de hilos, hay algo que se impone como real, como otro nudo de real.
Hice la experiencia. No se pueden imaginar hasta qué punto me preocupan esas historias de lo que en un tiempo llaméredondeles de cuerda. No es cualquier cosa llamarlos así. Esas historias de redondeles de cuerda me preocupan mucho cuando me quedo solo. Les ruego que hagan la prueba, verán que es irrepresentable, enseguida se nos cruzan los cables. El nudo borromeo todavía llegamos a representarlo, pero hace falta ejercitarse. Negro sobre blanco, también se pueden dar de él representaciones planas con las que no nos orientamos. No se le reconoce. Éste de aquí es un nudo borromeo porque, si se rompe una de las cuerdas, las otras dos quedan libres.
No es azaroso que llegara a atragantarme con esas representaciones de nudos. Me preocupan verdaderamente. Conducido, dirigido como por una rampa, continué con esa práctica, con ese bla-bla-bla que es el psicoanálisis, y de todas maneras es sorprendente que todo eso me haya conducido hasta aquí, porque en Freud no hay rastro del nudo borromeo. Sin embargo, considero que fueron precisamente las histéricas quienes me guiaron. Yo no me atenía menos a la histérica, a lo que continuamos teniendo al alcance de la mano como histérica.
Me molesta emplear la primera persona (je), porque decir el yo (moi), confundir la conciencia con el yo (moi), no es serio. Sin embargo, es fácil deslizarse del uno al otro. Es sorprendente pensar que también empleamos la palabra carácter a tontas y a locas. ¿Qué es un carácter e incluso un análisis del carácter, como se expresa Reich? Es extraño, no obstante, que nos deslicemos con tanta facilidad.
Lo que nos interesa son los síntomas y saber cómo, con el bla-bla-bla, llegamos a disolverlos, con nuestro propio bla-bla-bla, es decir, con el uso de ciertas palabras. Lo que sorprende en los Studien uber Hysterie es que Freud llega casi, incluso del todo, a vomitar que todo ello se resuelve con palabras, que con las propias palabras de la paciente, se evapora el afecto.
La cuestión es saber si el afecto se ventila, o no, con palabras. Algo sopla en esas palabras que vuelve inofensivo el afecto, es decir, que no engendra síntoma. El afecto ya no engendra síntoma una vez que la histérica ha empezado a contar aquello con lo que se asustaba.
Decir que se asustaba tiene todo su peso. Si es preciso un término reflexivo para decirlo es porque se da miedo a sí misma. Ahí estamos en el circuito de lo que es deliberado, de lo que es consciente.

¿En qué consiste enseñar?
Se trata de provocar en los otros el saber-hacer-con, es decir, saber desenvolverse en este mundo, que en absoluto es el mundo de las representaciones sino el mundo de la estafa.

Lacan es freudiano, pero Freud no es lacaniano
Es completamente verdad. Freud no tuvo ni la menor idea de lo que Lacan se encontró farfullando en torno a algo de lo que alguna idea tenemos y que es lo real. Puedo hablar de mí en tercera persona. La idea de la representación inconsciente es una idea totalmente vacía. Freud daba palos de ciego en relación con el inconsciente. Ante todo, se trata de una abstracción. La idea de representación sólo puede sugerirse sustrayéndole a lo real todo su peso concreto. La idea de la representación inconsciente es una locura. Pero es así como lo aborda Freud. Hay huellas hasta muy tarde en sus escritos.
Propongo que se le dé otro cuerpo al inconsciente porque es pensable que se piense en las cosas sin pesarlas, basta para eso con las palabras. Las palabras dan cuerpo. Lo que en absoluto quiere decir que se comprenda nada en ellas. El inconsciente consiste en eso: en que nos guían palabras de las que no comprendemos nada.
Tenemos la muestra cuando la gente habla a tontas y a locas. Está bastante claro que a las palabras no se les da el peso de su sentido. Hay todo un mundo entre el uso de los significantes y el peso de la significación, la forma en que opera un significante. De eso se trata en nuestra práctica: de abordar cómo operan las palabras.
Lo esencial de lo que dijo Freud es que, en una especie que tiene palabras a su disposición, existe la mayor relación entre el uso de las palabras y la sexualidad que reina en esa especie. La sexualidad está enteramente capturada en esas palabras. Ése es el paso esencial que dio Freud. Es mucho más importante que saber lo que quiere o no quiere decir el inconsciente. Freud puso el acento en ese hecho.
Todo esto es la histeria misma. No es un mal uso el de utilizar la histeria en un sentido metafísico. La metafísica es la histeria.

Estafa y proton pseudos
Estafa y proton pseudos son lo mismo. Freud dice lo mismo que lo que yo llamo con un nombre francés. Tampoco podía decir que educaba a unos cuantos estafadores. Desde el punto de vista ético, nuestra profesión es insostenible. Por eso es por lo que me enferma –porque tengo un superyó, como todo el mundo.
No sabemos cómo gozan los otros animales, pero sabemos que, para nosotros, el goce es la castración. Todo el mundo lo sabe porque es completamente evidente. Tras lo que imprudentemente llamamos el acto sexual, como si hubiera un acto, ya no nos volvemos a empalmar. Utilicé la palabra castración, la castración, como si fuera unívoca, pero incontestablemente hay varios tipos de castración. Todas las castraciones no son automorfas.
Contrariamente a lo que pudiera creerse –morphé, forma–, el automorfismo no es en absoluto una cuestión de forma, como hice notar en mi cháchara seminarista. Forma y estructura no son lo mismo. He intentado dar representaciones sensibles de esto. No se trata de representaciones, sino de mostraciones. Cuando se le da la vuelta a un toro, se obtiene algo completamente diferente desde el punto de vista de la forma. Hay que diferenciar entre forma y estructura.

La estafa: ¿con la forma, o con la estructura?
Sólo persigo la noción de estructura con la esperanza de escapar de la estafa. Con la esperanza de alcanzar lo real, sigo la pista de esa noción de estructura que, no obstante, tiene un cuerpo de lo más evidente en matemáticas. En psicología, la estructura se pone del lado de la Gestalt. Pero si decimos que hay un inconsciente, la psicología es una futilidad.
Tenemos el modelo de la Gestalt, que es con toda evidencia el de la burbuja. Ahora bien, lo propio de la burbuja es estallar. Como es que cada cual hemos sido paridos como una burbuja, no podemos sospechar que haya algo distinto a la burbuja.
Se trata de saber si Freud es un acontecimiento histórico, o no lo es. Y Freud no es un acontecimiento histórico. Creo que falló el golpe, al igual que yo. Dentro de muy poco tiempo, a todo el mundo se la sudará el psicoanálisis. Sólo una cosa se ha demostrado: que está claro que el hombre pasa el tiempo soñando, que nunca se despierta. Nosotros lo sabemos, nosotros los psicoanalistas, viendo lo que los pacientes nos proporcionan y somos, en este caso, tan pacientes como ellos: no nos proporcionan más que sueños.

La dificultad de hablar de lo real
Es muy cierto que no es fácil hablar de lo real. Por ahí ha empezado mi discurso. Es una noción muy común y que implica la evacuación completa del sentido y por lo tanto la nuestra, en tanto interpretante.

Las castraciones
La castración no es única. El uso del artículo definido no es bueno, o hay que utilizarlo en plural. Siempre hay castraciones. Para que se pudiera aplicar el artículo definido, haría falta que se tratara de una función autoestructurada y no automorfa, quiero decir que tuviera la misma estructura. No queriendo decir auto otra cosa que estructurado por sí, parido de la misma manera, anudado del mismo modo –en topología hay ejemplos a montones.
El uso de ellaloslas es siempre sospechoso porque hay cosas que tienen una estructura diferente por completo y que no se puede designar con el artículo definido, porque no hemos visto cómo se ha parido.
Por esa razón elucubré la noción de objeto a. El objeto a no es automorfo. El sujeto no se deja penetrar siempre por el mismo objeto, de vez en cuando le pasa que se equivoca. Eso es lo que quiere decir la noción de objeto a: quiere decir que nos equivocamos de objeto a. Nos equivocamos siempre a nuestra costa. ¿De qué serviría equivocarse si no fuera un fastidio? Es por lo que se construyó la noción de falo. El falo no quiere decir más que esto, un objeto privilegiado con el que no nos equivocamos.
Sólo se puede decir la castración cuando hay identidad de estructura, y sin embargo hay cuarenta estructuras diferentes, no automorfas. ¿Es a eso a lo que se llama goce del Otro, a un encuentro de identidad de estructura? Lo que quiero decir es que el goce del Otro no existe, porque no se le puede designar con el. El goce del Otro es diverso, no es automorfo.

¿Por qué los nudos?
Los nudos me sirven como lo más cercano que he encontrado a la categoría de estructura. Me tomé alguna molestia para llegar a cribar lo que podría ser una aproximación a lo real.
La anatomía, en el animal o la planta –es la misma historia– son puntos triples, cosas que se dividen. La “y”, que es una ípsilon, sirvió desde siempre para soportar formas, es decir, algo que tiene sentido. Hay algo de lo que partimos y que se divide. El bien a la derecha, el mal a la izquierda.
¿Qué había antes de la distinción bien/mal, antes de la división entre lo verdadero y la estafa? Antes de que Hércules vacilara en el cruce de caminos entre el bien y el mal, ya había algo. Ya seguía un camino. ¿Qué es lo que ocurre si cambiamos de sentido, si orientamos la cosa de diferente manera? Tendremos, a partir del bien, la bifurcación entre el mal y lo neutro.
¿Y en qué consiste la neutralidad del analista sino precisamente en esa subversión del sentido? Es decir en esa especie de aspiración, no hacia lo real sino por lo real.

¿La psicosis escapa a la estafa?
La psicosis es perjudicial para el psicótico porque, en fin, no es lo que de más normal pueda desearse. Y sin embargo, se conocen los esfuerzos de los psicoanalistas por parecérseles. Freud ya hablaba de paranoia lograda.

More geometrico
A causa de la forma, el individuo se presenta como fue parido, como un cuerpo. Un cuerpo se reproduce a través de una forma. El cuerpo hablante no puede llegar a reproducirse sino a través del error, es decir, gracias a un malentendido de su goce.

La estructura
Cuando se sigue la estructura, nos persuadimos del efecto de lenguaje. El afecto está hecho con el efecto de la estructura, con lo que se dice en alguna parte.

El amor
Lo que nos revela nuestra práctica es que el saber, el saber inconsciente, tiene relación con el amor.

(*) Se estableció este texto partiendo de una primera transcripción aparecida con mi autorización en el segundo número de Quarto en 1981; esa transcripción utilizaba las notas manuscritas del Sr. José Cornet y de la Sra. Isabelle Gilson-Simon. –JAM.

Traducción de Carmen Ribés

lunes, febrero 04, 2013


Eric Laurent: “El efecto crisis produce una incertidumbre masiva”

Para el psicoanalista francés hoy la adicción al juego, al sexo, al trabajo, las toxicomanías… son síntomas de la desagregación de los lazos sociales devenidos de la crisis de las representaciones de la autoridad, entre otras. Allí Laurent revindica el papel del psicoanálisis, aunque “no produzca buenas noticias”(*)

ERIC LAURENT. El psicoanalista francés en su última visita a Buenos Aires (David Fernández)


    Contra las certezas universales, el psicoanalista francés Eric Laurent reivindica el lugar desacoplado de su práctica en el régimen de discurso dominante en la época, el de la ciencia. Y cuestiona los resultados de las “soluciones” globales al dolor de vivir, aplastado por un optimismo mercantilista que no hace más que generar nuevos inconvenientes y una angustia que a falta de brújulas singulares, se oscurece por medio de fármacos, drogas, soluciones inmediatas, compulsión y placebos como el consumo sin freno y la felicidad obligatoria. Esta es la conversación que sostuvo con Ñ digital en un aparte de su participación en el VIII Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) que sesionó la semana pasada en Buenos Aires.
La crisis financiera global, ¿cómo encuentra a los analizantes, sometidos cada vez a efectos más nocivos que se venden como soluciones?
Los encuentra de manera más grave, más angustiados, perdidos. Diría que en los analizantes, el “efecto crisis” provoca una incertidumbre masiva. Esa angustia puede escucharse. Las cosas aparecen ensombrecidas. Existen más depresiones, una notable ausencia de deseo, según cada sujeto. Pero hasta los que están más animados, incluso los hipomaníacos, los que desafían al fetichismo del contexto, también están marcados.
Los síntomas ¿cambian, han cambiado en este año y medio?
Los síntomas son los que aparecen, los que ya aparecen: toxicomanías en general; todo (o casi todo) puede transformarse en algo adictivo; el juego, el sexo, el trabajo, etcétera; y como respuesta, al interior del discurso del amo, una mayor voluntad de vigilar, castigar, prohibir, que provoca en el sujeto, lógicamente, una creciente voluntad de destrucción. ¿Quieren prohibir? Entonces quiero más. Esto es muy común entre los jóvenes. Pero no sólo entre los jóvenes. Pero los jóvenes, de esa manera, demuestran la impotencia del otro, su megalomanía, sus maneras de sobrevivir a la punición. Porque también es evidente la transformación del ideal de juventud: ahora se trata de conseguir una juventud “eterna”.
¿Eso es lo que se llama la “infantilización generalizada”?
Digamos que la desagregación del lazo social es contigua a la caída de las representaciones de la autoridad y a las prohibiciones que implica. A pesar de que Freud dijo que en la cultura existe algo que no anda, un malestar, ahora hay un plus, un “más” que se intenta civilizar sin éxito, y que provoca el retorno de una voluntad de goce nueva, imparable. Y que por esa razón, de estructura, se produce un llamado de más vigilancia y más prohibición.
El sujeto del tardocapitalismo, inerme, desamparado, ¿cómo enfrenta la angustia?
El recurso más difundido hoy día es el uso de alcohol y drogas. Existen antecedentes: la prohibición del alcohol en los Estados Unidos durante un tiempo el siglo pasado. Esa política multiplicó los mercados negros y el consumo. Y lo mismo pasó con las drogas: prohibición, “permisividad”. Después, guerra contra las drogas. Y el efecto resultó el contrario al buscado. ¿Es una política? No lo descartaría. Ahora mismo, el consumo de drogas está globalizado. Y aparecen nuevas sustancias todo el tiempo. Además de mafias y armas a un nivel nunca visto. Y Estados de Derecho en peligro. México, por ejemplo, que está al borde de la catástrofe.
Legalizar el consumo, ¿no sería un principio de solución?
Es relativo. Pero sí cambiar de perspectiva. En la reciente cumbre de Colombia, el presidente de Guatemala dijo sobre este tema que habría que empezar a pensar en otro sistema. Y después lo hizo el presidente colombiano. Porque de atender a la dialéctica estadounidense sobre alcohol y drogas, el efecto es tanto un llamado al goce como a una mayor vigilancia. Pero liberalizar sin control es tan absurdo como soñar que se terminará la producción de sustancias. A mi juicio, no se trata de liberalización o prohibición total sino de adaptación: cómo puede ser regulada cada sustancia, para reducir el daño a los estados, a la gestión policial y a los sujetos. Eso implica un cálculo político. Entre el empuje al goce y la prohibición, el problema no se resolverá por una dialéctica que ya mostró sus resultados. Es necesario inventar instrumentos de orientación, incluso instrumentos legales nuevos para salir de esa falsa oposición, que es la doble cara de la pulsión de muerte.
¿Y qué está sucediendo con los llamados trastornos alimenticios, la anorexia, la bulimia, la obesidad?
Están en la misma serie anterior. Pero aclarando que esos males son propios de países que han “resuelto” el problema de la alimentación. Porque no es lo mismo en las zonas donde la comida casi no existe y lo que está en juego es la supervivencia. Pero en el caso de estar “resuelto”, puede verse que la pulsión oral es imposible de domesticar. Y tenemos también las dos caras: restricción o producción. Del lado femenino, existe una industria de la “belleza” anoréxica. Y del otro, la bulimia: en los Estados Unidos, en el lapso de una generación, se ha multiplicado el número de personas obesas. Y los factores son similares y distintos, y múltiples las determinaciones, como en el caso de las toxicomanías: destrucción del lazo social, ansiedad, demasiada azúcar, demasiada sal, producción de alimentos artificiales, etcétera. Y un dato nuevo: la voluntad de hacer desaparecer el tabaco… está muy bien: limitó el número de los cánceres de pulmón, pero sorpresa, aumentó la cantidad de casos de diabetes. Porque el tabaco era una manera de controlar el peso. Y el peso es un factor central en la diabetes.
Pero ¿no se hicieron estudios previos?
Existen médicos que reconocen que esos efectos -colaterales- no se calcularon. La  diabetes, ahora, es la causa de muerte más común en los países centrales. Esto no se puede resolver con una prohibición: prohibir el azúcar, el tabaco, la sal, las grasas. Esos son sueños… sueños de la razón que producen monstruos. Entre el empuje al goce y la prohibición, se producen impasses…
¿Cómo resolver esos impasses?
Creo que con soluciones “a medida”, para cada uno. Pensar soluciones globales, leyes universales que resuelvan esta situación, normas de salud impuestas por burocracias sanitarias, es otro sueño. Pero encontrar, cada uno, un camino entre estos impasses, eso es posible, de acuerdo a la relación particular que se tenga con el goce. Aclarando que el psicoanálisis no está en todos lados. Y que su dignidad como práctica implica cierto desajuste respecto a las normas de la civilización. El psicoanálisis no produce buenas noticias. No promete la felicidad inmediata. Pero lo más importante es que no es una ciencia. Y el régimen de discurso dominante es la ciencia. El psicoanálisis es una disciplina crítica, que constata los efectos de la ciencia. Es el discurso que comenta los efectos de la ciencia sobre la civilización. Y sobre los sujetos, uno por uno. Pero el modo de certeza del psicoanálisis también es criticado, es odiado, rechazado, porque no puede ser alcanzado fuera de la cura analítica.
¿Criticado, odiado, rechazado?
Efectivamente. Porque para obtener una certeza (singular), hay que pasar por la experiencia analítica. Eso es lo que se rechaza. La ciencia, en cambio, no supone ninguna experiencia singular. Supone la razón, el cálculo y el trabajo. El psicoanálisis ocupa un lugar extraño, como el de un inmigrante. Porque el orden simbólico, tal como se lo conocía, no existe más. Existen sólo las leyes de la ciencia. Pero la ciencia no puede dar cuenta de todo. La teoría de todo no existe. La difusión de la ciencia en este nuevo orden, hace que el sujeto sea enviado a sus angustias fundantes, sin saber cómo orientarse. Y la salida, en esta visible oscuridad, no parece pasar por las buenas intenciones, las religiones privadas o las variaciones new age.- 
*Entrevistado por P.Chacón