¿MENTAL?
Éric Laurent
Nada es más preciado que la salud mental. Conocemos la anécdota que relata
Freud en su obra El chiste y su relación con lo inconsciente de un pobre judío
de Viena, Hirsh, que toma el tren para Karlsbad y sus aguas termales. Está en
el tren y no tiene boleto. El guarda lo intercepta y le pide que baje del tren.
Lo hace y vuelve a subir enseguida a otro vagón. Lo agarran, el guarda le
pega y lo echa del tren. Sin embargo vuelve a subir, el guarda lo muele a
golpes, etc. Así continua durante un cierto número de estaciones. Al cabo de
algunas paradas agitadas, por el mismo episodio, se cruza con uno de sus
amigos de Viena que había logrado no ser descubierto por el guarda y que le
pregunta: “Pero ¿qué haces aquí?, y Hirsh responde: “Voy a Karlsbad a tomar
baños termales, ¡si mi salud me lo permite!”
La salud mental, es un poco eso. Es permanecer en el tren si nuestra salud
mental nos lo permite. La relación entre Hirsh y el guarda nos señala algo
profundo: que indiscutiblemente la salud mental existe, pero tiene poco que
ver con lo mental, y muy poco con la salud. Tiene relación con el Otro, y con
el silencio. La salud mental es lo que asegura el silencio del Otro, así como la
salud es el silencio de los órganos. Jacques-Alain Miller situaba esto diciendo
que la salud mental es ante todo una cuestión de orden público. El Witz
freudiano señala esta relación al otro del control, decisivo en todas las
cuestiones de salud, mucho antes que nos agotemos en querer controlar los
presupuestos. Pero también es necesario tener en cuenta esto: en lo que
concierne a la salud, el orden público está desplazado por el nuevo estatuto
del amo. El nuevo amo está preocupado por las mediciones. Cada vez más los
nuevos políticos se centran en la publicación de cifras, índices y sondeos,
considerando el resto como retórica y pequeñas frases. Es un uso de las
matemáticas sociales muy diferente al de las Luces, donde Condorcet veía a la
ciencia matemática esclarecer los impasses del proceso electoral.
El amo antiguo no estaba en absoluto preocupado por las cifras; él enunciaba
el orden del mundo. Si una mina de sal producía más de lo que habían
establecido los mandarines, urgentemente se la cerraba por el bien del
Imperio. Asimismo, el amo del Antiguo régimen no se preocupaba por los
sujetos y su salud, sólo se preocupaba por la suya, la del reino venía por
añadidura. Es con las Luces, luego con los Derechos del Hombre, que se
introduce la preocupación por la salud, y la salud mental. A partir de ese
momento el saber considera la organización social, la crítica y la cifra. Desde
entonces no deja de trastornar al amo. El saber hace surgir posibilidades -
posibilidades de vida y de sobrevida-, de las cuales nadie sabe la utilidad. ¿Es
bueno, es malo? Los comités de ética intentan apreciar, evaluar, dividir estos
efectos en tonos compatibles no sólo con el amo, sino con la vida. Es
necesario seguir detalladamente el embarazo de las definiciones con las que
el amo intenta utilizar la ciencia y sus procedimientos para ceñir lo que es
deber de Estado en la salud, es decir para legitimar su descompromiso. El
Estado contemporáneo, profundamente endeudado, propone una nueva
definición del horizonte democrático prometido al ciudadano. Ya no se trata
más de asegurar la felicidad ni el bienestar social (Welfare), es necesario
ahora limitarse a lo que tiene un efecto científicamente demostrado. En lo que
concierne a la felicidad no es mucho. Sin embargo, el amo quiere estar
justificado al limitarse a lo que está de este modo reducido, y privatizar el
resto.El psicoanálisis, tolerado entre las dos guerras mundiales en el concierto de
las técnicas terapéuticas, fue requerido después de la guerra por los ideales
de prevención. Un informe célebre redactado para la Organización Mundial de
la Salud por el psiquiatra y psicoanalista heterodoxo John Bowlby iba a hacer
aceptar que una de las causas esenciales de las enfermedades mentales
estaba enlazada a la falta de cuidados maternales del niño. El representante
del psicoanálisis había encontrado la clave: era la madre. Esta fue
transformada en aliada de peso en el dispositivo general del Estado. Toda la
posguerra está marcada por la creación en los Estados industrializados, de
instancias de cuidados maternales: centros de orientación infantil en
Inglaterra, CMPP en Francia; en los Estados Unidos centros de consulta
(Clinics) en el ámbito de los Estados, incluso de las Municipalidades, sin
alcanzar el nivel federal. El género literario de los “Consejos a las madres” fue
considerablemente renovado por los psicoanalistas que, desde Winnicott a
Betelheim pasando por Anna Freud y los alumnos de Melanie KIein,
escribieron guías prácticas para ser usadas por las madres salteándose a la
autoridad pediátrica.
Es claro que la Madre, como la piensa el Estado, está en peligro. La OMS ya
no cree que la causa esencial de las enfermedades mentales sean los malos
cuidados maternales. No se ve, por otra parte, como esta perspectiva no
culpabilizaría a las madres, y si se las culpabiliza, es necesario aliviar esta
falta con ayuda. El sostén de las madres cuesta muy caro. Ahora no se trata
ya de ayudar, sino de promulgar una Carta Internacional de los Derechos del
Niño, y de confiar luego a la justicia la inquietud de intervenir cuando los
cuidados maternales son distorsionados. No se habla más de niños mal
cuidados por su madre, se evoca el maltrato de los niños y se los confía a
instituciones cuya definición es más asistencial que científica, lo que autoriza
a emplear antes un personal educativo que un personal altamente calificado,
y por consecuencia oneroso.
En el mismo movimiento es necesario inscribir las nuevas consideraciones
jurídicas sobre el padre. Uno ve aparecer una suerte de Comité de defensa de
una especie en vías de extinción: el padre. Uno recuerda todo el bien que él le
hace al niño. Los técnicos de la procreación artificial devolverían con urgencia
un “Derecho al padre” que pondría al abrigo de las psicosis y otros problemas
que tocan a la enfermedad mental. No es seguro que pueda existir un derecho
al padre, ni tampoco un derecho al amor. Sin duda las ficciones jurídicas que
constituyen el sistema de parentesco de las sociedades complejas juegan su
papel, pero la incidencia en el inconsciente del sujeto de la cuestión del padre
no se agota con la consideración de su estatuto jurídico. Freud situaba muy
bien en El malestar en la cultura el alcance de la nostalgia por el padre -
Vatersehnsucht. Sean cuales fueren las medidas de derecho que se tomen, no
habrá jamás bastante padre -siempre pediremos más. Una cosa es detener el
desmantelamiento de los derechos paternos y las paradojas que esto
eventualmente provoca, y otra cosa es el incurable llamado a lo que vendría a
asegurar la consistencia del sistema como tal. Con este derecho al padre sólo
encontramos un monoteísmo jurídico laico.
El mejor aliado del psicoanálisis es sin duda el psicoanálisis mismo, en su
efectividad. Lacan distinguía respecto a esto el psicoanálisis puro y el
psicoanálisis aplicado. Contrariamente a una costumbre según la cual la
aplicación del psicoanálisis apuntaba a un desciframiento de las producciones
de la cultura en el marco edípico y pulsional, se trataba para él de aplicarlo en
el campo de la medicina: “terapéutica y clínica médica”. Se espera de
nosotros -decía-, la crítica de nuestros resultados, la puesta a prueba de
nuestras categorías y el examen de nuestros proyectos terapéuticos. Nosotros
retornamos estos tres registros, explícitamente propuestos por Jacques Lacan
en 1964 como los de la “Sección de psicoanálisis aplicado” de su Escuela.De este modo proponemos examinar la inserción actual del psicoanálisis en
todo el campo producido por la re-engeenering de la distribución de los
cuidados psiquiátricos. La transmisión y la transferencia de los cuidados o la
recepción en “lugares de vida” fuera del hospital crean toda una zona donde
el psicoanálisis puede hacer escuchar proposiciones positivas. .
El psicoanálisis no es “para todos”, no tiene su lugar en todos lados, pero en
todos lados puede recordar que el sujeto surge de la palabra -ser hablante,
ser hablado, hablante ser. A través de los años y las culturas, las estructuras
clínicas y las lenguas, evalúa la potencia de la palabra, propone una
alternativa al peso angustiante del determinismo científico que no es la
esperanza de un milagro. Sitúa el campo de lo necesario, mantiene el lugar
de lo contingente.*
*Este artículo apareció en el primer número de Mental, junio 1995
No hay comentarios:
Publicar un comentario