jueves, noviembre 18, 2010

Entrevista a Jacques-Allain Miller.
"Acerca del amor"

Por Hanna Waar.                                                            Publicado en: Psychologies Magazine, octobre 2008, n° 278

"Hijo espiritual" de Jacques Lacan, Jacques-Alain Miller explora a su vez la cuestión del amor que el padre del pensamiento psicoanalítico contemporáneo evocaba en 1973, en uno de sus más famosos seminarios "Aún" en El Seminario, vol XX (Seuil, "Essais", 1999). Es igualmente el fundador de la Escuela de la Causa Freudiana. Ultima obra aparecida Le secret des dieux (Navarin editores, 2005) 

"Amamos a la persona que protege, o una imagen narcisista de uno mismo".
El amor se dirige a aquel que, pensamos, conoce nuestra verdad y nos ayuda a encontrarla soportable, explica Jacques-Alain Miller. Mirada de un psicoanalista sobre esta cuestión fundamental.

Hanna Waar : ¿El psicoanálisis enseña algo sobre el amor?
Jacques-Alain Miller: Mucho, pues es una experiencia cuyo resorte es el amor. Se trata de ese amor automático, y a menudo inconsciente, que el analizante dirige al analista, y que se llama la transferencia. Es un amor artificial, pero de la misma estofa que el amor verdadero. Saca a la luz su mecánica: el amor se dirige a aquel que usted piensa que conoce vuestra verdad verdadera. Pero el amor permite imaginar que esta verdad será amable, agradable, mientras que de hecho es muy difícil de soportar.

H W :¿Entonces, qué es verdaderamente amar?
J-A Miller: Amar verdaderamente a alguien es creer que amándolo, se accederá a una verdad sobre sí mismo. Amamos a aquel o a aquella que esconde la respuesta, o una respuesta a nuestra pregunta: "¿Quién soy yo?"

H W : ¿Por qué algunos saben amar y otros no?
J-A Miller: Algunos saben provocar el amor en el otro, los serial lovers, si puedo decirlo, hombres y mujeres. Saben qué botones apretar para hacerse amar. Pero ellos no aman necesariamente, juegan más bien al gato y al ratón con sus presas. Para amar, hay que confesar su falta, y reconocer que se necesita al otro, que le falta. Aquellos que creen estar completos solos, o quieren estarlo, no saben amar. Y a veces, lo constatan dolorosamente. Manipulan, tiran de los hilos, pero no conocen del amor ni el riesgo ni las delicias.

H W : "Estar completo solo": solo un hombre puede creer eso…
J-A Miller: ¡Bien dicho! Amar, decía Lacan es dar lo que no se tiene. Lo que quiere decir: amar, es reconocer su falta y darla al otro, ubicarla en el otro. No es dar lo que se posee, bienes, regalos, es dar algo que no se posee, que va más allá de sí mismo. Para eso, hay que asumir su falta, su "castración", como decía Freud. Y esto, es esencialmente femenino. Solo se ama verdaderamente a partir de una posición femenina. Amar feminiza. Por eso el amor es siempre un poco cómico en un hombre. Pero si se deja intimidar por el ridículo, es que en realidad, no está muy seguro de su virilidad.

H W : ¿Sería más difícil amar para los hombres?
J-A Miller: ¡Oh sí! Incluso un hombre enamorado tiene retornos de orgullo, lo asalta la agresividad contra el objeto de su amor, porque este amor lo pone en una posición de incompletad, de dependencia. Por ello puede desear a mujeres que no ama, para reencontrar la posición viril que él pone en suspenso cuando ama. Freud llama a este principio la "degradación de la vida amorosa" en el hombre: la escisión del amor y del deseo.

H W : ¿Y en las mujeres?
J-A Miller: Es menos habitual. En el caso más frecuente, hay desdoblamiento del partenaire masculino. De un lado, está el amante que las hace gozar y que desean, pero está también el hombre del amor, que está feminizado profundamente castrado. Solo que no es la anatomía la que comanda: hay mujeres que adoptan una posición masculina, incluso las hay cada vez más. Un hombre para el amor, en la casa, y hombres para el goce, que se encuentran en Internet, en la calle, o en el tren…

H W : ¿Por qué cada vez más?
J-A Miller: Los estereotipos socioculturales de la feminidad y de la virilidad están en plena mutación. Los hombres son invitados a alojar sus emociones, a amar, a feminizarse; las mujeres conocen por el contrario un cierto "empuje al hombre": en nombre de la igualdad jurídica, se ven conducidas a repetir "yo también". Al mismo tiempo, los homosexuales reivindican los derechos y los símbolos de los héteros, como el matrimonio y la filiación. De allí que hay una gran inestabilidad de los roles, una fluidez generalizada del teatro del amor, que contrasta con la fijeza de antaño. El amor se vuelve "líquido" constata el sociólogo Zygmunt Bauman[1]. Cada uno es conducido a inventar su propio "estilo de vida", y a asumir su modo de gozar y de amar. Los escenarios tradicionales caen en lento desuso. La presión social para adecuarse a ello no ha desaparecido, pero es baja.

H W : "El amor siempre es recíproco", decía Lacan. ¿Aún es verdadero en el contexto actual? ¿Qué significa eso?
J-A Miller: Se repite esta frase sin comprenderla, o se la comprende de través. No quiere decir que basta con amar a alguien para que él lo ame. Eso sería absurdo. Quiere decir: "Si yo te amo, es que tú eres amable. Soy yo quien ama, pero tú, tú también estas implicado, puesto que hay en ti algo que hace que te ame. Es recíproco porque hay un ir y venir: el amor que tengo por ti es el efecto de retorno de la causa de amor que tú eres para mí. Por lo tanto, algo tú tienes que ver. Mi amor por ti no es solo asunto mío, sino también tuyo. Mi amor dice algo de ti que quizá tú mismo no conozcas." Esto no asegura en absoluto que al amor de uno responderá el amor del otro: cuando eso se produce siempre es del orden del milagro, no se puede calcular por anticipado.

H W : No se encuentra a su cada uno o cada una por azar. ¿Por qué él? ¿Por qué ella?
J-A Miller: Existe lo que Freud llama Liebsbedingung, la condición de amor, la causa del deseo. Es un rasgo particular – o un conjunto de rasgos- que tiene en cada uno una función determinante en la elección amorosa. Esto escapa totalmente a las neurociencias, porque es propio de cada uno, tiene que ver con la historia singular e íntima. Rasgos a veces ínfimos están en juego. Freud, por ejemplo, había señalado como causa del deseo en uno de sus pacientes ¡un brillo de luz en la nariz de una mujer!

H W : Nos es difícil creer en un amor fundado sobre esas naderías.
J-A Miller: La realidad del inconciente supera a la ficción. Usted no tiene idea de todo lo que se funda, en la vida humana, y especialmente en el amor, en bagatelas, cabezas de alfiler, "divinos detalles". Es verdad que es sobretodo en el macho que encontramos tales causas del deseo, que son como fetiches cuya presencia es indispensable para desencadenar el proceso amoroso. Particularidades nimias, que recuerdan al padre, la madre, el hermano, la hermana, tal personaje de la infancia, juegan también su papel en la elección amorosa de las mujeres. Pero la forma femenina del amor es más erotómana que fetichista: quieren ser amadas, y el interés, el amor que se les manifiesta, o que suponen en el otro, es a menudo una condición sine qua non para desencadenar su amor, o al menos su consentimiento. El fenómeno está en la base de la conquista masculina.

H W : ¿Usted no le adjudica ningún papel a los fantasmas?
J-A Miller: En las mujeres, sean conscientes o inconscientes, son determinantes para la posición de goce más que para la elección amorosa. Y es a la inversa para los hombres. Por ejemplo, ocurre que una mujer no pueda obtener el goce – digamos el orgasmo – sino a condición de imaginarse a sí misma durante el acto, siendo golpeada, violada, o siendo otra mujer, o incluso estando en otra parte, ausente.

H W : ¿Y el fantasma masculino?
J-A Miller: Está muy en evidencia en el enamoramiento. El ejemplo clásico, comentado por Lacan, está en la novela de Goethe [2], la súbita pasión del joven Werther por Charlotte, en el momento en que la ve por primera vez, alimentando a un grupo de niños que la rodea. Aquí es la cualidad maternal de la mujer lo que desencadena el amor. Otro ejemplo, tomado de mi práctica, es este: un jefe en la cincuentena recibe candidatas en un puesto de secretaria; una joven mujer de 20 años se presenta; le desencadena inmediatamente su fuego. Se pregunta lo que le pasó, entra en análisis. Allí descubre el desencadenante: encontró en ella rasgos que le evocaban lo que él mismo era a los 20 años, cuando se presentó a su primera solicitud de trabajo, de algún modo se enamoró de sí mismo.

H W : ¡Se tiene la impresión de que somos marionetas!
J-A Miller: No, entre tal hombre y tal mujer, nada está escrito por anticipado, no hay brújula, no hay relación preestablecida. Su encuentro no está programado como el del espermatozoide y el del óvulo; nada que ver tampoco con los genes. Los hombres y las mujeres hablan, viven en un mundo de discurso, es eso lo que es determinante. Las modalidades del amor son ultrasensibles a la cultura ambiente. Cada civilización se distingue por el modo en que estructura su relación entre los sexos. Ahora, ocurre que en occidente, en nuestras sociedades, a la vez liberales mercantiles y jurídicas, lo "múltiple" está en camino de destronar el "uno". El modelo ideal de "gran amor para toda la vida" cede poco a poco el terreno ante el speed dating, el speed living y toda una profusión de escenarios amorosos alternativos, sucesivos, incluso simultáneos.

H W : ¿Y el amor en su duración?, ¿en la eternidad?
J-A Miller: Balzac decía: "Toda pasión que no se crea eterna es repugnante".[3] ¿Pero el vínculo puede mantenerse toda la vida en el registro de la pasión? Cuanto más un hombre se consagra a una sola mujer, más ella tiende a tomar para él una significación maternal: tanto más sublime e intocable cuanto más amada. Son los homosexuales casados lo que desarrollan mejor este culto de la mujer: Aragon canta su amor por Elsa: cuando muere, ¡buen día a los muchachos! Y cuando una mujer se apega a un solo hombre, lo castra. Por lo tanto, el camino es estrecho. El mejor destino del amor conyugal es la amistad, decía en esencia Aristóteles.

H W : El problema, es que los hombres dicen no comprender lo que quieren las mujeres, y las mujeres, lo que los hombres esperan de ellas…
J-A Miller: Sí. Lo que es una objeción a la solución aristotélica, es que el diálogo de un sexo con el otro es imposible, suspiraba Lacan. Los enamorados están de hecho condenados a aprender indefinidamente la lengua del otro, a tientas, buscando las claves, siempre revocables. El amor, es un laberinto de malentendidos cuya salida no existe.

Traductor: Silvia Baudini

Notas
1- Zigmunt Bauman, El amor líquido, de la fragilidad de los lazos entre los hombres.
2- Los sufrimientos del joven Werther de Goethe.
3- Honorato de Balzac en La Comedia humana, vol VI "Estudios de las costumbres: escenas de la vida parisina".

Apertura de la sección clínica

Jacques  Lacan, 1976.

¿Qué es la clínica psicoanalítica? No es complicado, la clínica tiene una base: es lo que se dice en un psicoanálisis.
En principio, uno se propone decir cualquier cosa, pero no desde cualquier sitio: desde lo que por esta noche llamaré el diván (dire-vent) analítico. Este viento (vent) posee valor propio: cuando se criba (quand on vanne), hay cosas que echan a volar. También es posible jactarse (se vanter), jactarse de la libertad de asociación, así llamada.1
¿Qué quiere decir libertad de asociación siendo que, por el contrario, se especula con el hecho de que la asociación no es libre en absoluto? Es cierto que tiene un pequeño juego, pero sería errado pretender ampliarlo hasta considerar que uno es libre. ¿Qué quiere decir el inconsciente sino que las asociaciones son ineludibles? El dicho no se socia (ne se socie pas) al azar. Lo que damos por seguro es que el dicho se socia: cada vez que no se disocia, lo cual es concebible, a fin de cuentas, pero desde luego que no es libre por estar disociado. Nada más forzoso que el estado de disociación cuando se lo imagina rigiendo lo que llaman relación con el exterior.
Dije el exterior. Se pretende que este exterior sea un mundo. Pues bien: la presuposición del mundo no está enteramente fundada, el mundo está más mondado de lo que se cree. Está cosmografiado.
La palabra cosmos posee efectivamente su sentido, lo ha conservado, muestra su huella en diversos modos con que hablamos del cosmos, se habla de cosméticos... El cosmos es lo bello. Es lo hecho bello, ¿por obra de qué cosa? En principio, por lo que llamamos la razón. Pero la razón no tiene nada que hacer con el "hacer bello", que es un asunto ligado a la idea de cuerpo glorioso, la cual se imagina algo de lo simbólico a lo imaginario. Pero es un cortocircuito. Hace falta Erwin Rhode para darse cuenta de esa especie de debilidad mental de la que nacen estas supercherías (mômeries). Con eso se hacen las momias (momies). Prueba de que la increíble creencia de que el cuerpo sigue durando con forma de alma, está arraigada desde hace muchísimo tiempo.
Todo esto es muy contemporáneo de lo que llamamos el saber. Se trata del inconsciente. Y no es brillante: hay que hacer un esfuerzo para no creer que uno es inmortal. Vean lo que he radiofonizado al respecto en Scilicet, donde me he ejercitado (rhodé).2
Por lo tanto, hay que clinicar. Es decir, acostarse. La clínica está siempre ligada a la cama: se va a ver a alguien acostado. Y no se encontró nada mejor que hacer acostarse a aquellos que se ofrecen al psicoanálisis, con la esperanza de sacar de eso un beneficio, el cual no está previsto de antemano, hay que decirlo. Es indudable que el hombre no piensa del mismo modo acostado o de pie, aunque sólo fuera por el hecho de que en posición acostada hace muchas cosas, en particular el amor, y el amor lo arrastra a toda suerte de declaraciones. En la posición acostada, el hombre tiene la ilusión de decir algo que sea decir, es decir, que importe en lo real.
La clínica psicoanalítica consiste en el discernimiento de cosas que importan y que cuando se haya tomado conciencia de ellas serán de gran envergadura. La inconsciencia en que se ha caído respecto a esas cosas que importan no tiene absolutamente nada que hacer con el inconsciente, que con el tiempo creo mi deber designar como una-equivocación (de l'une-bévue). No es de ningún modo suficiente con que uno sospeche de su inconsciente para que éste retroceda, sería demasiado fácil. Lo cual no quiere decir que el inconsciente nos guíe bien.
¿Una equivocación, necesita ser explicada? Con seguridad que no. Simplemente, el psicoanálisis supone que estamos avisados del hecho que una equivocación siempre es de orden significante. Hay una equivocación cuando uno se confunde de significante. Un significante pertenece siempre a un orden más complicado que un simple signo. No por escribirse en signo es un signifcante menos verdadero. Por ejemplo, una flecha que indica la orientación es un signo, pero no es un significante. Al escribirse, un significante se reduce en el alcance de lo que significa. Lo que significa posee, en efecto, poco más o menos, cualquier sentido en una lengua dada. Para evaluar la cuestión tomen, por ejemplo, el sentido de la palabra devoir (deber) en francés: debe y haber, el deber entendido en el sentido de las costumbres, lo debido... ¿Qué sentido dar a lo que Freud introdujo en su Traumdeutung, donde amasó su inconsciente, sino que hay palabras que se representan ahí como pueden?
Debo decir que, aunque se nos haya querido hacer de Freud un escritor, la Traumdeutung es excesivamente confusa. Es incluso algo tan confuso que no se puede decir que sea legible. Me gustaría saber si alguien la leyó realmente de punta a punta. Yo, por deber, me impuse esta obligación. En todo caso, traducido al francés, no tiene las mismas cualidades que en alemán. En alemán se sostiene, pero no por eso hace más clara la noción de inconsciente, del Unbewusst.
Conocen ustedes el esquema. Al comienzo está la Wahrnehmung -que en alemán sirve para designar la percepción- y después algo pasa, hace progresos, hay diferentes capas de Wahrnehmung, a continuación de lo cual está el UBW, el inconsciente, y después el Vorbewusst, el preconsciente, y de ahí eso pasa a la conciencia, Bewusstsein. Pues bien: he de decir que hasta cierto punto yo he vuelto a armar lo que dice Freud. Si hablé de "retorno a Freud" es para que nos convenzamos de cuán cojo es. Y me parece que la idea de significante explica sin embargo cómo es que eso marcha.
El significante no significa absolutamente nada. Así expresó la cosa Saussure: él habló de arbitrariedad y, en efecto, no hay ninguna clase de vínculo entre un significante y un significado, sólo hay una suerte de sedimento, de cristalización que se cumplen y que tanto puede calificarse de arbitraria como de necesaria, en el sentido con que Benveniste esgrimía la palabra. Lo necesario es que la palabra tenga un uso, y que este uso esté cristalizado, cristalizado por esa mixtura que es el nacimiento de una nueva lengua. No sabemos cómo, pero al final hay una cierta cantidad de personas que hacen uso de ella. ¿Qué es lo que determina el uso que se hace de una lengua?
Es un hecho la existencia de esa cosa que, retomando un término de Freud, yo llamo condensación. Lo curioso es que la condensación deja la plaza al desplazamiento. Lo que es contiguo no elimina el resbalón, es decir, la continuidad. La Traumdeutung no es, en modo alguno, lo que uno se imagina. Se lo tradujo por la Science des Rêves (La ciencia de los sueños); después, una dama corrigió a Meyerson y lo llamó L'Interpretation des rêves (La interpretación de los sueños). Pero en realidad, se trata de la Deutung; bedeuten aquí no hace otra cosa que redoblar la equivocación y, en efecto, por lo que concierne a la referencia, bien se sabe que la equivocación es habitual. Deuten quiere decir (Deuten veut dire) el sentido, esto es lo que de-veut-dire. Estos jueguecitos entre el francés y el alemán sirven para elasticizar (élasticiser) el parloteo, pero el parloteo conserva todo su pegote.
La lengua, sea más o menos la que fuere, es goma de mascar. Lo inaudito es que conserve sus trucos. Estos se han vuelto indefinibles a causa de lo que llaman lenguaje, y por eso me permití decir que el inconsciente estaba estructurado como un lenguaje. Un psicoanalista no puede dejar de tomar en consideración a la linguística-a la ex-sistencia del significante en la linguística-, pero ella deja escapar cómo se mantiene la verdad en lo que es preciso decir que es su lugar, su lugar topológico: razón por la cual me he permitido hablar de la topología de los toros, en una época.
El inconsciente, pues, no es de Freud; tengo que decirlo: es de Lacan. Lo cual no quita que el campo, por su parte, sea freudiano.
El sueño difiere (différe), différeud, de diferenciar de manera no manifiesta, por cierto, y completamente enigmática-basta con ver el trabajo que Freud se toma-lo que efectivamente hay que llamar una demanda y un deseo. El sueño demanda cosas, pero tampoco aquí le sirve a Freud la lengua alemana, porque no encuentra otro medio para designarla que el de llamarla anhelo (souhait), Wunsch, lo cual está, en definitiva, entre demanda y deseo.
Para cada cual, no se sabe por qué vía, de esas primeras palabras oídas viene caminando algo que hace que cada cual tenga su inconsciente. Por tanto Freud tenía razón, pero no se puede decir que él haya aislado verdaderamente el inconsciente, que lo haya aislado como lo hago yo mediante la función que he llamado de lo simbólico, y que está indicada en la noción de significante.
Suponer que la clínica psicoanalítica es eso, muestra una dirección a quienes se consagran a ella. Hay que decidir: el inconsciente, ¿es, si o no, lo que en su momento llamé blabla? Es difícil negar que Freud, a lo largo de toda la Science de Rêves, no habla más que de palabras, de palabras que se traducen. En esta elucubración del inconsciente no hay más que lenguaje. Freud hace lingüística sin saberlo, sin tener la menor idea. Incluso llega a preguntarse si el sueño tiene una forma de expresar la negación; primero dice que no, en lo que respecta a las relaciones lógicas, y después dice que el sueño encuentra, sin embargo, un truco para indicar la negación. ¿Existe el no en el sueño? Pregunta que Freud deja en suspenso y sobre la cual, no cabe duda, se contradice. Esto no es suficiente para que allí le pesquemos, pero sigue siendo muy llamativo que la clínica psicoanalítica no esté más afirmada. ¿Por qué no se le pide razón al psicoanalista sobre la forma en que se dirige en este campo freudiano?
Como se ve, esta noche no estoy caliente-caliente para decir que cuando se hace psicoanálisis uno sabe a dónde va. El psicoanálisis, como todas las otras actividades humanas, participa indiscutiblemente del abuso. Se actúa como si se supiera algo. Sin embargo, no es tan seguro que la hipótesis del inconsciente tenga más peso que la existencia del lenguaje.
Esto es lo que quería decir hoy.
Propongo que la sección que en Vincennes se intitula "de la clinica psicoanalitica" sea una manera de interrogar al psicoanalista, de apremiarlo para que declare sus razones.
Que quienes encuentren algo para decir sobre lo que he afirmado esta noche, lo declaren.


Preguntas y Respuestas

Marcel Czermak: En la breve nota que usted redactó con destino a esta Sección clínica, escribe que la clínica es "lo real en cuanto que es lo imposible de soportar".

Jacques Lacan: Lo escribí, y no reniego de las cosas que he escrito. Eso me traería complicaciones.

M. C.: Pero también se toma a la clínica en una dialéctica de palabra, y esto no carece de relación con la verdad.

J. L.: Lo más extraordinario es que Freud, que alguien le diga la verdad, nunca se lo cree. Basta leer la Traumdeutung para darse cuenta de que él jamás cree que podrá alcanzar la verdad. Decir que la verdad está enlazada a esas especies de nudos, a esas cadenas que yo hago, explica precisamente la parte extraviada de la búsqueda, en la Traumdeutung, de lo que es verdaderamente la verdad. La verdad no carece de relación con lo que denominé lo real, pero se trata de una relación poco sólida. La forma más clara en que se manifiesta la verdad es la mentira: no hay analizante que no mienta sin parar, hasta en su buena voluntad de caer justo dentro de los cuadrados que Freud trazó. Esto explica por qué la clínica psicoanalítica consiste en volver a cuestionar todo lo que Freud dijo. Así lo entiendo yo, y así lo pongo en práctica en mi propio bla-bla.

M. C.: Por un lado el registro simbólico es enumerable, por el otro...

J. L.: En el diccionario hay un cierto número de palabras, pero que no alcanzan a dar cuenta del uso de la lengua.

M. C.: Por otro lado, lo real es más bien difícilmente enumerable. Entonces, ¿cómo puede ser la clínica objeto de una transmisión?

J. L.: De acuerdo. Una de las cosas que omití poner de relieve es que hay un campo que designé con el nombre de goce del Otro, goce que debe representarse por lo que es, o sea, como inexistente. Lo que haría falta es dar cuerpo-hay que decirlo- a ese goce del otro ausente, y hacer un pequeño esquema donde lo imaginario se hallaría en continuidad con lo real. Es manifiesto que lo imaginario forma parte de lo real, el hecho de que haya cuerpos forma parte de lo real. Sobre el hecho de que hay vida podemos cogitar y hasta elucubrar locamente-esto no es peor que cualquier otra cosa, el ADN y su doble hélice-; de todos modos sólo a partir de aquí puede concebirse que hay cuerpos que se reproducen. Por tanto, los cuerpos forman parte de lo real. Con respecto a la realidad del cuerpo que sueña y que sólo sabe hacer eso, con respecto a esa realidad, es decir, a su continuidad con lo real, lo simbólico es providencialmente lo único que le da su nudo a este asunto, lo único que de todo eso hace un nudo borromeo.

Jacques-Alain Miller: ¿Exigen las mismas categorías, los mismos signos, la clínica de las neurosis y la clínica de las psicosis? ¿Entiende usted que una clínica de las psicosis puede arrancar de una proporción como: "el significante representa al sujeto para otro significante", con lo que de ésto se deduce en cuanto al objeto a? $, a, S1 S2, son términos apropiados para la clínica del psicótico?

J.L.: La paranoia, quiero decir la psicosis, es para Freud absolutamente fundamental. La psicosis es aquello ante lo cual el analista en ningún caso debe retroceder.

J. A. M.: En la paranoia, ¿representa el significante al sujeto para otro significante?

J. L.: En la paranoia el significante representa a un sujeto para otro significante.

J.-A. M.: ¿Y puede usted situar ahí "fading", objeto a...?

J. L.: Exactamente.

J.-A. M.: Habría que demostrarlo.
J. L.: No hay duda de que habría que demostrarlo, es cierto, pero no lo demostraré esta noche.

Solange Faladé: ¿Qué hay que pensar del final de un análisis en un paranoico si ese final es la identificación con el síntoma?

J. L.: Es muy cierto que no sólo el paranoico se identifica con el síntoma sino que además el analista también se identifica con él. El psicoanálisis es una práctica delirante, pero es lo mejor de que se dispone actualmente para hacerle tener paciencia a esa incómoda situación de ser hombre. En todo caso, es lo mejor que encontró Freud. Y él sostuvo que el psicoanalista nunca debe vacilar en delirar.

Otro participante: Usted incluso dijo una vez que era psicótico.

J. L.: Sí, en fin, ¡trato de serlo lo menos posible! Pero no puedo decir que esto me sea útil. Si fuera más psicótico probablemente sería mejor analista. Lo mejor que hizo Freud fue la historia del Presidente Schreber. Se mueve ahí coma pez en el agua.

J.-A. M.: Ahi no se puso junto a una cama sino que tomó un texto.

J. L.: Es bien cierto. No fue a hacerlo charlar al Presidente Schreber. De todos modos, nunca es más feliz que con un texto.

J.-A. M.: Me queda algo por preguntarle concerniente a la práctica de la psicoterapia, de la que tendremos que hablar en esta Sección clínica. No hace mucho usted soltó, sin vueltas, esta fórmula: "La psicoterapia lleva a lo peor". Esto debería implicar que uno no puede decirse "lacaniano" y "psicoterapeuta" a la vez. Me pregunto hasta qué punto esto es tomado en serio y, a decir verdad, hasta qué punto usted toma en serio lo que dijo.

J. L.: Dije eso con seriedad.

J.-A. M.: ¿Las psicoterapias no valen la pena?

J. L.: Seguro, terapiar lo psíquico no vale pena. Freud también lo pensaba. El pensaba que no había que apresurarse a curar. No se trata de sugerir ni de convencer.

J.-A. M.: Y además pensaba que para el psicótico esto no era posible, pura y simplemente.

J. L.: Exactamente.

¿Nadie más va a entrometerse en esto? La clínica psicoanalítica debe consistir no sólo en interrogar al análisis, sino en interrogar a los analistas, de modo que éstos hagan saber lo que su práctica tiene de azarosa, y que justifique a Freud el haber existido. La clínica psicoanalitica debe ayudarnos a relativizar la experiencia freudiana. Es una elucubración de Freud. He colaborado en ella pero ésta no es razón para que me apetezca. Con todo, hay que darse cuenta de que el psicoanálisis no es una ciencia, no es una ciencia exacta.


Texto establecido por J.-A. Miller
Publicado en Ornicar?, 9, abril de 1977
Traducción: Irene Agoff.

NOTAS

1 Múltiple juego de palabras fundado en varias paronomasias. Direvent, literalmente, "decir-viento", suena como clara deformación de divan, "diván". De aquí los deslizamientos a vent, "viento", vanner, "cribar" y se vanter, "jactarse". (N. del T.)

2 En el original, "où je me suis rhodé", donde, por la reciente alusión a Erwin Rhode, se modifica la ortografía del verbo roder, que hemos traducido por "ejercitar", en una de sus acepciones. (N. del T.)