miércoles, junio 16, 2004


Lic LaChavanne Posted by Hello
LA MENTIRA DE LA DROGA
Lic. Horacio Lachavanne

A- GENERALIDADES

1- Mentiras verdaderas

Desde que el ser humano se reconoce en sus primeras palabras,- cosa que ocurre más o menos a partir de los dos años- podría decirse que miente.
Desde ya que no se trataría de la mentira cómo pecado, sino de la mentira en relación a un decir la verdad de las cosas y los hechos. Mentira como falta a la verdad, esencial al uso del lenguaje.

En otras palabras, el problema surge cuando para comunicar e incluso para pensar, “utilizamos” el lenguaje: mental, hablado, escrito, gestual, etc.

La palabra es la que instaura la mentira en la realidad. Precisamente porque introduce lo que no es, puede también introducir lo que es. Antes de la palabra, nada es ni no es. Sin duda, todo está siempre allí, pero sólo con la palabra hay cosas que son- que son verdaderas o falsas, es decir que son- y cosas que no son dijo J. Lacan en su Seminario 1

Cuando hablamos y por hablar sin importar el idioma en que se lo haga, ni el tono de voz, incluso hasta cuando hablamos por gestos o escribimos –como yo ahora,- no podemos no utilizar un lenguaje. Sin embargo, al “lenguajear” ( término que implicaría un poco más que el mero hablar, pensar o comunicarse) no podemos no mentir en absoluto.

Aunque nuestra intención sea decir las “cosas” lo más claro y verosímiles posible, a las “cosas” nunca llegamos, hay una insuficiencia en el lenguaje cómo para asegurar la íntegra transmisión de lo que se quiera decir y por eso siempre hay algo de mentira en todo decir.

Intentar trasmitir a otra persona algo tan simple cómo el color de una prenda de vestir por medio de palabras, puede transformarse en una empresa totalmente infructuosa. Si agregamos imágenes a esas palabras, no hay que creer que se soluciona el problema. Piensen en los últimos restauradores de la Capilla Sextina y los debates acerca de las luminosidades y transparencias de los colores que esperaban conseguir a partir de la limpieza de las impurezas depositadas en esos frescos durante siglos.


El ser humano se confrontó con este problema desde siempre y la forma más eficiente para enfrentarlo fue aplicando códigos cada vez más precisos y universales que se han ido acercando a la perfección de la transmisión de información…pero no tanto de sensaciones o sentidos.

El ejemplo de codificación más evidente para nuestras generaciones es el que ha utilizado la industria discográfica desde sus inicios hasta nuestros días.
Desde los cilindros tallados de las cajas de música hasta los formatos ultracodificados de encriptación de señales de audio (mp3, wav, etc.) capaces de reproducir datos con una fiabilidad asombrosa.
Este tipo de lenguaje digitalmente exacto no es otra cosa que el lenguaje de la matemática y la lógica.

El lenguaje lógico-matemático es el más estricto y exacto que conocemos y gracias a él, un color o un sonido ya no es imposible de transmitir. Basta con numerar y codificar todas existentes las frecuencias y listo!

Y aunque esto parezca tan imposible como numerar las olas del mar, actualmente con el uso de los computadores esos numeritos “perfectos” están al alcance de cualquiera de nosotros.
Nuestros sentidos han sido decodificados, digitalizados y por tanto capaces de “escribirse” y trasmitirse casi “perfectamente”…es decir “casi” sin engaños!

Un decir perfecto implica la utilización de números extremadamente grandes (o pequeños) pero desgraciadamente los números son infinitos!

Y si nos ponemos exigentes, notaremos que un infinitesimal podría alterar nuestra transmisión y lo que era un “verde esperanza”….dejará de serlo inmediatamente puesto que es con el lenguaje que se cuestiona el lenguaje mismo creándose así la dimensión de la posibilidad de lo falso.

Este “algo de mentira” es lo imposible de trasmitir o de escribir y es el fundamento del lenguaje humano.

2- La verdad, estoy mintiendo.

Sin embargo, no es sólo este imposible de decir el único condicionamiento que al humano-hablante le impide -aunque quisiera- , decir toda la verdad.
Ya San Agustín en “Las confesiones” situó a la palabra bajo el signo de la ambigüedad, pero no sólo de la ambigüedad semántica, sino de la ambigüedad subjetiva. Admite que el propio sujeto que nos dice algo, a menudo no sabe lo que nos dice.
El ser humano a diferencia de los animales, es capaz de mentirse a si mismo debido al efecto que el lenguaje produce sobre quien habla.
Queriendo decir algo se puede estar diciendo cualquier otra cosa.
¿Consiste la verdad en describir las cosas tal como son, sin preocuparse del modo en que las entenderá el oyente? se preguntó S. Freud en sus trabajos sobre el chiste y su relación con el inconciente.
Y por supuesto, cuando uno habla no puede dejar de ser oyente al mismo tiempo, no hay párpados para las orejas.

Un caso ejemplar es el de la paradoja del cretense Epimenides:

a)Epiménides dice: Todos los cretenses sólo dicen la verdad, yo miento.

i) Si Epiménides dice la verdad, entonces, lo que dice es verdadero, y por tanto, miente. Como miente, lo que dice no es verdad.
ii) Si Epiménides no dice la verdad, entonces, lo que dice es falso, y por tanto, no miente. Como no miente, dice la
verdad.

El tema de la verdad/mentira se hace cada vez más complejo pero justamente de nada de estas complejidades se trata cuando se escucha atentamente a un adicto a drogas o alcohol!



3-La mentira increíble
¿Qué uso de la mentira hace un adicto a las drogas?

Fundamentalmente la mentira es utilizada constantemente - sin descanso, sin ninguna lógica ni sentido, ingenua o estúpida y otras veces hasta delirante. Las mentiras se escapan a chorros de la boca de los adictos a drogas y alcohol, siendo la primera de ellas y más increíble la siguiente: “Yo no soy un adicto” (o versiones tales cómo “Yo no me drogo” o “Yo no soy alcohólico”, etcétera.)

Y si bien como es evidente, no todos los mentirosos son consumidores de drogas, hay una poderosa inclinación de la mayoría de los adictos a no poder dejar de mentir, - y ya no me refiero a la mentira propia del uso de todo lenguaje -.
La mentira que los consumidores de drogas no pueden dejar de utilizar es una manifestación “increíble” de lo que las drogas provocan en el hablante-ser que las consume. Es una mentira compulsiva que no deja de repetirse.

Este efecto “mentiroso” que el consumo de drogas provoca en el ser hablante, no es un problema de tipo fisiológico. Los daños orgánicos que las drogas ocasionan no tienen que ver con la necesidad permanente de mentir y mentirse todo el tiempo

Se habla con cierto fundamento cuando se denomina “adicción” al acto de consumir drogas de forma abusiva y compulsivamente.
La palabra adicción tiene como referencia a la palabra “esclavitud” es decir al que no tiene “derecho a hablar”, sin dicción, sin voz ni voto.
Para los griegos, los esclavos eran los que no pertenecían al pueblo.
Los extranjeros por ejemplo, si querían vivir en la Grecia de Pericles, lo podían hacer pero cómo esclavos, no como ciudadanos con voz y voto. (Se los llamaba “bárbaros” porque su lengua sonaba parecido a “bar-bar”, algo así cómo el bla-bla para la lengua latina o el iara-iara para los americanos)

Podemos decir entonces que la “mentira increíble” de los adictos se basa en que para ellos casi todas las relaciones con los semejantes, con los valores, con la ley, con los afectos y hasta las cosas mismas pierden su sentido de verdad e incluso de pesada realidad que las constituyen.

En otras palabras, el efecto “estupefaciente” hace caer las significaciones y sentidos comunes de manera tal que justifica a estos – paradójicamente- llamar “caretas” todos y todo los que no se relaciona con la droga.
Nada es serio, nada es sagrado ni tabú, todo parece relativizase y esfumarse en función del consumo de la droga para el adicto.

3- ¿Ella no engaña?

La droga elegida parecería ser la única verdad para el adicto. Ella parecería no engañarlo en el instante del consumo inminente y fugaz. Luego, la única verdad será volver a consumirla no importa donde ni cómo ni por cuanto.

Eric Clapton en sus épocas de adicto grave a drogas y alcohol escribió la canción titulada “Cocaine” que explica perfectamente esto:

If you wanna hang out you've got to take her out, cocaine.
Si querés aguantar tenés que conseguir: cocaina
If you wanna get down, down on the ground, cocaine.
Si querés perderte, tirarte en el piso: cocaina
She don't lie, she don't lie, she don't lie, cocaine.
Ella no te miente: cocaina
If you got bad news, you wanna kick them blues, cocaine.
Si has tenido malas noticias, pateá tu bajón:cocaina
When your day is done and you wanna run, cocaine.
Cuando tu día terminó y querés rajarte:cocaina

If your thing is gone and you wanna ride on, cocaine.
Si se te fue todo y querés seguir: coacaina
Don't forget this fact; you can't get it back, cocaine.
No te olvides de esto, no lo podrás recuperar, cocaina

El mismo autor, muchos años más tarde, después de años de consumo de heroína, cocaína y alcohol y de varias internaciones y tratamientos, dejará de incluirla en sus repertorios y será reemplazada por otro tema, acerca de la muerte accidental de su hijo de 4 años durante una “fiesta”, quien por descuido de los presentes, cayó a la calle desde el balcón de un piso muy alto en la ciudad de nueva York. (Clapton en 1997 abrió una clínica para la rehabilitación de drogadictos y alcohólicos en la isla caribeña de Antigua con el nombre de “Crossroads Center”).

4-Lo que no engaña

Lo que no engañó a Clapton ni a nadie, no son ni pueden ser las drogas.
No sabemos que acontecimientos le hicieron vislumbrar una verdad oculta tras la “verdad de la droga” .
A “nuestro” Maradona tal vez le pasó lo mismo cuando su respiración se detuvo.
De todas formas, eso no fue suficiente para ninguno de ellos. Ambos debieron ser llevados por la fuerza a tratarse por su compulsión a drogarse.

Definitivamente lo único que no engaña se llama angustia.

La angustia, el afecto fundamental del ser-hablante, no engaña porque siempre es sin palabras.
Y cómo no hay palabras que la definan, no hay un objeto del cual uno se angustie. La angustia a diferencia del miedo, no se refiere a algo o a alguien.
La angustia se apega al cuerpo y hace caer el sentido a todo lo que nos rodea
En eso reside el “parecido” con la supuesta verdad de las drogas: Tanto la angustia cómo la droga afectan al ser hablante quitándole las palabras y las significaciones .

Sólo que la angustia no engaña y puede ser el punto de apoyo para buscar las causas de la misma, en cambio las drogas, sólo son el punto de apoyo para buscar más drogas…

El surgimiento de la angustia es lo que todo adicto a drogas o alcohol ha venido evitando desde que alguna vez se ha confrontado con ella y no tuvo los recursos emocionales para canalizarla.

De aquí que para muchos pacientes, se les hace necesaria la desintoxicación prolongada de lo que consuman a fin de que recuperen su capacidad de hablar con la verdad.

Está claro que solamente con la angustia no hay posibilidades de buscar nada.
Este afecto deberá ser encausado y dosificado en un tratamiento cuya ética no apele a prácticas esotéricas, fórmulas mágicas, ni a recetas milagrosas, sino al recorrido de todos los relatos que hayan llevado al adicto creer que las drogas son su verdad.
Ni la autoayuda ortopédica, ni los psicofármacos más efectivos permitirían ese encauce por si sólo.

Una escucha de todo lo que el paciente pueda saber acerca de su angustia tendrá el efecto de verdad a la altura de aquella.

De allí que el tiempo de un tratamiento no va a ser corto. Estará relacionado con los caminos a recorrer por cada uno según quien ha estado-siendo hasta ahora.

B- CASO CLINICO


1- La mentira en tratamiento:

(A), masculino, 36 años, profesional, divorciado sin hijos, Sector social ABC1.


A, después de 15 años de psicoanálisis ortodoxo con una médica psicoanalista reconocida en los círculos tradicionales argentinos, es obligado por sus padres (por indicación de otro psicoanalista perteneciente a una institución especializada en adicciones) a realizar un tratamiento para dejar de consumir drogas, cosa que había venido haciendo desde los 14 años de edad. (cocaina, marihuana, alcohol, psicofármacos varios, etc.)

Según los relatos de A., si bien alguna vez habló del consumo de las diferentes drogas, con su analista, ella nunca ahondó en el tema a pesar de los innumerables accidentes, detenciones policiales, episodios de peleas brutales, ausencias prolongadas y enfermedades asociadas al consumo, de drogas.

Tampoco, había solicitado entrevistas con los padres (A. tenía 14 años cuando ya se drogaba casi todo el día, repitiendo dos veces el colegio secundario) a pesar de los reiterados pedidos de los padres. Las respuestas de tan afamada profesional, amiga de conocidos de la familia, los hizo pensar en que eran unos padres intrusivos y desubicados al querer dirigirle la vida a su hijo. Quedaron convencidos que había que dejarlo libre, con su psicoanalista, para elegir su destino.

2-La intervención institucional:

Recién después del tormentoso divorcio con una actriz y modelo, y con un nivel de adicción a la cocaína y alcohol, los padres de A. recurrieron a una institución especializada en este tipo de tratamientos.

La primera intervención desde la institución (atención grupal tres veces por semana durante una hora y media) a dejar de concurrir a su psicoanalista de casi “toda la vida” hasta tanto no sostenga una abstinencia de alcohol y drogas de al menos tres meses.

De la misma manera se lo insta a dejar de ver a su pareja actual, adicta a drogas hasta tanto ella misma no haga tratamiento, en la misma u otra institución. El y ella no acceden buenamente, pero después de repetir las mismas situaciones dolorosas, típicas del uso de drogas, deciden aceptar las reglas.

Ambos sostienen la concurrencia a la institución durante aproximadamente un año y tres meses, pero no pueden lograr dejar el consumo de cocaína por más de un mes seguidos. Había que ir a buscarlos al departamento donde vivían después de días de intentar algún tipo de contacto telefónico con ellos. Se drogaban tres o cuatro días seguidos. A. faltaba a su trabajo, tenía un cargo gerencial en una empresa corporativa de primera línea. Se reponía y certificado médico mediante retomaba sus tareas habituales, actuando sus malestares sufridos ante la sospecha de sus jefes y compañeros que si bien no le creían, tampoco sabían la verdad de su adicción.

En vista que el tratamiento grupal no marchaba, se le indica un tratamiento “paralelo” con un psicoanalista de la institución. El acepta pero con una gran desconfianza respecto de mi persona, debido a que él hubiese querido continuar con su anterior psicoanalista que hacía más de un año no veía ni tenía noticias. Con ella, el problema nunca había sido la droga, sólo era que “no quería madurar”….

3- Entrevistas con un psicoanalista:

A. resulta ser un paciente extremadamente histriónico, hiperactivo, compulsivo pero extremadamente respetuoso y carismático. Abusa de su inteligencia y responde a todo con frases hechas, chistes, y ademanes payasescos mientras estudia atentamente todo lo que pasa a su alrededor manteniendo una imagen de si “perfecta”, sin fallas ni problemas.


Le fascina que lo adulen, lo miren, lo consulten tanto cómo ayudar, hacer favores, enseñar, explicar, acompañar. Se viste con extremada prolijidad, cuida de todos los detalles.
Sin embargo, cuando la sola idea de consumir se le impone, todas estas conductas se alteran. Deja de ser amable, deja de sonreír, enmudece, todo lo molesta, comienza a descuidar sus modos, se vuelve extremadamente agresivo, grosero, hosco, apaga todos sus teléfonos, descuelga el portero eléctrico, y en ese estado llama al dealer o lo sale a buscar hasta que lo encuentra y se compra cocaína y rivotril, en cantidades imposibles de consumir en los dos o tres días que le durará la “fiesta”.

Llama a una o dos prostitutas, algún amigo consumidor y a su novia y se encierran a consumir cocaína y whisky mientras juegan a los dados durante 6 horas seguidas, para luego en un estado de extrema inmovilidad y sonambulismo, intentar tener relaciones sexuales durante otras seis horas…y no tanto por placer si no por el sólo hecho de intentar excitarse.
La cocaína los anestesia y las excitaciones se les vuelven imposibles de sostener. Se transforma esa búsqueda de placer en un trabajo forzado, que sólo el sopor del sueño logra interrumpir.

A partir de la puesta en cuestión de sus “mentiras” en su manera de ser con y sin drogas, este paciente en particular logró decir “verdades” muy dolorosas que nunca antes había podido recordar. Estos recuerdos olvidados, es decir reprimidos, sólo surgieron a partir de la angustia que le ocasionó la ausencia de complacencia que su analista le hizo notar cada vez que él se hacía el gracioso o cada vez que intentaba mentir sobre su estado de ánimo cotidiano diciendo “todo bieeeen!!!” sobre todo los días viernes, día clave para comenzar sus “giras”.
Frente a la pesada seriedad del analista, A. comenzaba a asociar sus sensaciones con las peleas con su padre, sus maestros, profesores, jefes y hermanos casi automáticamente.

El analista desechaba toda esa verborrea psicoanalíticoide y le exigía que “hable y no parlotee”. Recién ahí durante cientos de sesiones, fueron surgiendo los hechos de discurso que lo llevaron por la vida del consumo y al mismo tiempo, dejarlos caer de una vez.

Que esos relatos hayan caído lo obligaron a recurrir a nuevas formas y soluciones frente a la vida. Estas caídas de las fórmulas para enfrentar la vida no fueron sin angustia.


4-Conclusiones:

Sin un tratamiento grupal, con otros consumidores y ex consumidores estos comienzos de un psicoanálisis no hubiesen sido posibles.

Las crisis de sinsentido que atravesó en las sesiones podían precipitarlo al consumo, cómo de hecho pasó algunas veces, pero la posibilidad de contar con “su” grupo terapéutico le permitieron canalizar la angustia transformándola en diálogos diversos acerca de las experiencias comunes a la mayoría de ellos.

El tratamiento grupal duró 3 años aproximadamente. A partir de allí continuó dos años de atención individual que fue interrumpida en el año 2002 en que por razones laborales -que decidió no prescindir- lo llevaron a vivir fuera del país.

La interrupción no fue un final. De hecho he recibido noticias suyas diciendo que en cuanto pueda volverá a atenderse porque frente a situaciones determinadas ha vuelto a consumir alcohol y drogas.

Sin embargo, estas ya no le sirven cómo lo hacían. Sus mentiras son increíbles hasta para él.